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En el primer mundo las mujeres tampoco son las primeras: qué pasó con el mercado laboral alemán durante la pandemia

Mar 8, 2021 | Economía/Política, Notas

Por Justina Lee

Una de las frases que más se escucharon durante esta pandemia es que la crisis profundizó las desigualdades y Alemania, aunque sea la principal potencia europea, no es la excepción. 

La desigualdad de género en Alemania no sólo existe, sino que año a año se mantiene casi sin perspectivas de cambio. Con un 20% de brecha salarial, el país está tercero en el podio de mayor desigualdad salarial de Europa. A esto se le suman estadísticas contundentes en lo que refiere a las condiciones laborales y brechas de trabajo doméstico no remunerado y de cuidados entre las mujeres y los varones. 

De acuerdo al Statisches Bundesamt, la fuente de las estadísticas oficiales, las mujeres dedican más del doble del tiempo al día a los trabajos de cuidados no remunerados en relación con los varones. A su vez, son ellas quienes tienen en su mayoría peores contratos laborales, y también quienes ejercen los trabajos que el gobierno decretó esenciales cuando irrumpió la cuarentena.

El cuidado, como en todos lados, tiene cara de mujer 

El cierre de las escuelas y los jardines implicó el aumento significativo de las horas dedicadas a los trabajos de cuidados. Según un estudio de DIW que relevó las horas dedicadas al cuidado de las infancias en la primera cuarentena realizada en abril y mayo de 2020, las madres trabajaron cuidando de sus hijos de 11 años o menos durante 9,6 horas en días laborables en promedio, mientras que los padres lo hicieron durante 5,3 horas. Esto implicó que, en muchos casos, fueran las madres quienes redujeron sus horas de trabajo en el mercado laboral para garantizar el cuidado de sus hijxs.

Como es de esperarse, el número de horas dedicadas al cuidado de los niños y las niñas también dependía del tiempo dedicado a los trabajos remunerados en el mercado laboral de cada padre y madre. Durante el cierre, los padres con trabajos a tiempo completo pasaron menos horas cuidando de sus hijos en comparación a los padres que trabajaban a tiempo parcial, tenían otro trabajo —por ejemplo, un trabajo de corta duración— o estaban desempleados. 

No obstante, teniendo en cuenta que las madres son mayoría entre los contratos laborales a jornada parcial y que enfrentan peores condiciones laborales en general, en cada categoría las mujeres dedicaron más horas al trabajo de cuidados no remunerado que sus pares varones.

Eso que llaman trabajos esenciales, son trabajos mal pagos 

Cuando pensamos en Alemania y nos imaginamos un país sin problemas de segregación horizontal, es decir, mujeres concentradas en trabajos “típicamente femeninos” y varones concentrados en trabajos “típicamente masculinos”, estamos reproduciendo una idealización con respecto a qué significa ser “del primer mundo”. Como en todos lados, las mujeres están concentradas en los trabajos de enfermería, asistencia médica, cuidados, y educación. Son ellas quiénes estuvieron detrás de lo que se llamó “la primera línea”, en aquellos sectores que no pudieron parar como el resto de los sectores de la economía productiva. 

De acuerdo a los últimos datos de la Oficina Federal de Empleo alemán, el 75% de las personas que trabajan en el sector de limpieza son mujeres. A su vez, casi el 84% de las trabajadoras del sector de servicios sociales, educación, enfermería y cuidados también son mujeres. Esto quiere decir que el mito de que los trabajos en Alemania no tienen género es falso.  

Lo que llama la atención es que aquellos trabajos que el gobierno declaró al principio de la pandemia como “trabajos sistémicamente relevantes” y necesarios en la “primera hora” son los que tienen menos prestigio y las peores condiciones laborales. Dentro de este grupo de empleos, podemos mencionar a las trabajadoras del sector sanitario, como enfermeras y asistentes médicas, trabajadoras de la limpieza, cuidadoras de niños y trabajadoras de la educación. Considerando todo el sector, casi el 60% de estos trabajos esenciales son realizados por mujeres.

En la misma línea, no sólo se trata de empleos poco reconocidos en la sociedad, sino que también, tienen salarios 12% menores a la media: mientras que el salario medio bruto por hora de todas las ocupaciones es de 17 euros, las ocupaciones de “primera hora” tienen un salario medio por hora inferior a 15 euros. Al mismo tiempo, dentro del sector también hay desigualdad de género: a pesar de ser mayoría, las trabajadoras ganan en promedio un 11% menos que sus pares varones, enfrentando una doble brecha por ser mujeres en sectores feminizados.

Muchas veces se ha intentando aclarar que el sesgo machista y la cultura patriarcal no son cuestiones latinas ni atañen únicamente a países de bajos recursos. Alemania es el ejemplo perfecto para demostrar que dicha afirmación es cierta: la igualdad de género está muy lejos de alcanzarse y pareciera ser que el coronavirus profundizó dicha situación

Es incluso más llamativo que estas cuestiones no hayan sido tenidas en cuenta a la hora de paliar la crisis y pensar programas de ayudas asistenciales coherentes con las y los trabajadores que más lo necesitaron. Si bien el gobierno otorgó un bono al personal de salud, fue únicamente para las personas que tienen una formación de tres años en enfermería y que trabajan específicamente atendiendo adultos mayores y camas en los hospitales. Sin embargo, quienes asisten en quirófanos, salas de parto, anestesistas, personal de limpieza, entre otros, no obtuvieron dicho bono.

A su vez, en 2020 se evidenció aún más la falta de personal y la sobrecarga de trabajo que hay en la mayoría de los hospitales de Alemania. Este problema se profundiza ya que muchos hospitales públicos han optado por tercerizar en empresas privadas los servicios de enfermería, limpieza y asistencia médica. Incluso en la última negociación colectiva de sus salarios, no se planteó una solución estructural para aliviar la carga en el personal de salud. Si bien hubo un aumento del 25% proyectado de hoy a 2023 para las enfermeras y enfermeros con una formación de tres años, en dicha negociación se excluyó al personal tercerizado, a las trabajadoras temporales, a las trabajadoras de limpieza y al personal de salud con una formación menor a tres años. Para todo este sector, que es sostén fundamental de la pandemia y de los cuidados, el salario que les queda seguirá por debajo de la media. 

En este sentido, teniendo en cuenta que la tercerización a través de empresas privadas para contratar personal de salud viene en aumento y que la rotación de los enfermeros y los contratos temporales son moneda corriente, es muy difícil solucionar dicha problemática con el pago de un sólo bono que no alcanza a la totalidad de los trabajadores del sector que el propio gobierno considera como “esencial”. 

La desigualdad de género también es contractual

En Alemania, aproximadamente el 10% de los varones trabajan de manera part-time mientras que casi el 50% de las mujeres que trabaja en el mercado laboral tiene este tipo de trabajos. A su vez, ellas son mayoría en lo que el país llama “trabajos atípicos”, que son aquellos que tienen peores condiciones laborales y peor acceso a la seguridad social.

La forma de contratación con la que se cuenta es importante no sólo para tener en cuenta los ingresos y condiciones laborales de las personas sino que también se volvió central a la hora de enfrentar las consecuencias de la pandemia. El Kurzarbeit es un subsidio social estatal al que las empresas pueden aplicar y con el que los empleadores reducen la jornada laboral de sus empleados en lugar de despedirlos. El gobierno suele aportar alrededor del 60% de los salarios de cada trabajador y cada trabajadora. Pero sólo las personas con contratos en relación de dependencia tradicional podían acceder al beneficio del Kurzarbeit. Es decir, quienes tienen contratos relacionados a los “trabajos atípicos” no pudieron acceder a este beneficio. 

Si bien la medida fue fundamental para que no hubiera despidos masivos en todos los sectores, la misma no tuvo en cuenta a aquellas personas que carecen de contratos laborales tradicionales. Entre ellos, se encuentran los llamados “Minijobs”, una forma de contratar a tiempo parcial que le permite a sus empleadores no pagar el seguro médico, el seguro asistencial y el seguro de desempleo. El problema con este tipo de contratos es que, si bien tienen un límite de horas y de pago mensual, muchos empleadores optan por utilizarlos ya que pueden tener “formalizados” a sus trabajadores, pero es muy recurrente que los hagan trabajar más horas y les paguen de manera informal.

Hay minijobs en diferentes sectores, pero los más comunes son en los sectores de servicios de gastronomía, logística, limpieza, o cuidado de niños. Como las mujeres son mayoría en el sector de servicios, también son las que cargan mayoritariamente con este tipo de contratos: dos tercios de todos los minijobs como empleo principal están ocupados por mujeres.

A su vez, uno de los sectores más golpeados por la pandemia fue el sector de la hotelería y gastronomía. Un 96% de los empleados de este sector vieron reducida su jornada laboral. Estos sectores fueron los más sensibles por las restricciones de contactos y los cierres temporales. También son sectores con un alto porcentaje de mujeres en su mano de obra, que representan más del 65% en gastronomía. 

Es así como la medida principal que tomó el gobierno, si bien necesaria y fundamental, no fue suficiente para alcanzar los sectores económicos más precarizados del país. Tener en cuenta estas cuestiones resulta central a la hora de implementar y evaluar las medidas para sobrellevar la crisis.

Teniendo en cuenta que el trabajo en los hogares aumentó y que las condiciones materiales no pudieron subsanarse con la reducción de las jornadas laborales y los salarios que cayeron, es importante preguntarse por qué aquello que estructuralmente sostiene nuestras economías tiene poco o nulo reconocimiento y por qué no se plantea una forma de atender dichas problemáticas a largo plazo. 

El modelo económico patriarcal alemán

A partir de la reunificación en Alemania, la participación de las mujeres en el mercado laboral aumentó más de un 30%. Es importante tener esto en cuenta ya que antes, en Alemania Occidental (lo que sería la parte capitalista) primaba el clásico modelo del varón proveedor. Incluso hasta 1977 los varones podían prohibir a sus cónyuges mujeres trabajar en el mercado laboral. Durante los últimos 30 años, se transicionó a un modelo de un proveedor, más una proveedora complementaria: los varones tienden a trabajar a tiempo completo y las mujeres a tiempo parcial. Sólo unas pocas parejas pueden permitirse acceder al trabajo reproductivo mercantilizado, es decir, pagarle a niñeras y trabajadoras de casas particulares. 

Si bien el trabajo reproductivo en Alemania está parcialmente socializado, la familia sigue siendo la unidad fundamental que garantiza el trabajo reproductivo y dentro de la cual éste se asigna principalmente a las mujeres. Al mismo tiempo, este modelo sigue suponiendo una familia formada por una madre y un padre: a ello se debe la situación a menudo difícil de las familias monomarentales, que al fin y al cabo constituyen el 19% de las familias con hijos. Las madres solteras, quienes son la mayoría a cargo de este tipo de hogares, se ven así a menudo atrapadas: tienen que trabajar afuera, tienen que hacer al mismo tiempo un trabajo reproductivo no remunerado y se enfrentan a un mercado laboral que a menudo sólo ofrece trabajo a tiempo parcial y de manera precarizada.

En este sentido, es un problema que uno de los trabajos que más aporta a la economía y que se encarga de la reproducción de nuestras vidas recaiga individualmente en la capacidad de cada familia para solucionarlo y llevarlo a cabo. Si bien la pandemia visibilizó mucho más cómo el sistema económico explota casi sin reconocimiento a las personas que están detrás de los “trabajos esenciales”, cabe preguntarse ¿cómo podemos esperar buenas medidas si se ignora en todos lados a los sectores económicos que sostienen nuestras vidas? 

Se le suma a esto que Alemania no sólo maneja niveles de desigualdad de género preocupantes, también es un país con una tasa de femicidios que debería alertar al mundo entero. Todos los días un varón intenta asesinar a su pareja mujer. Cada tres días ese femicidio se concreta. Estas son las estadísticas que se recolectaron de la Oficina Federal del Crimen bajo la carátula de “drama de relaciones” o “tragedias familiares”. No es claro qué pasa con los femicidios que ocurren fuera de estas estadísticas ya que el país no reconoce el fenómeno de los femicidios como tal y todavía es una lucha de varios sectores feministas que se movilizan en el país. Dichos sectores señalan que la desigualdad de género y la cultura patriarcal se expresan de distintas maneras a lo largo y ancho de Alemania y que tienen como punta del iceberg la violencia más cruda que son los femicidios.  

Obviamente hay distancias entre lo que ocurre en países ricos y en países que no tienen los mismos recursos, y la existencia de unos y otros es tema para otra discusión. Sin embargo, hay algo que queda claro y es que algunos fenómenos se repiten en todos lados. Alemania podrá presentarse como un ejemplo para muchos pero, en términos de luchas feministas, todavía tiene mucho que aprender.

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