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Más mujeres al poder y menos declaraciones de buenas intenciones

Jun 15, 2022 | Economía/Política, Feminismos, Notas

La masculinización del poder como respuesta a las crisis políticas se volvió moneda corriente en Argentina. Así como las crisis económicas profundizan la feminización de la pobreza, los resultados de las internas en los distintos frentes parecen poner a  más varones en cargos decisivos. En particular, cuando analizamos el poder ejecutivo del último gobierno, vemos que Alberto Fernández respondió, con excepción del caso del Ministerio de Salud, igual a todas ellas: sacando mujeres de su gabinete. 

De todas formas, los gabinetes superpoblados de varones son transversales a todos los signos políticos, tanto a nivel provincial y municipal, como a nivel nacional. Las crisis no son tomadas como chances para diversificar la foto de quienes toman las decisiones sino que se  apela a la misma receta de siempre: elegir viejos conocidos para solucionar viejos problemas. Y, spoiler, eso tampoco sucede. 

¿Volvimos mujeres? 

Desde la asunción de Alberto Fernández en 2019, hubo 13 salidas de ministros y ministras del gabinete. Solo en una oportunidad el reemplazo fue una mujer, con el ascenso de Carla Vizzotti para reemplazar al Ministro de Salud saliente Ginés González García. En el resto de las ocasiones, independientemente si el ministro saliente era varón o mujer, el reemplazo fue un hombre. En la actualidad, el gabinete nacional cuenta solo con dos ministras mujeres: Gomez Alcorta en el Ministerio de las Mujeres y Vizzotti en Salud. En términos de género se perdió a Losardo de Justicia, Bielsa de Hábitat y Frederic de Seguridad. 

De todas los nombramientos ministeriales que tuvo que realizar el Presidente Alberto Fernández desde 2019, solo el 16% fueron mujeres. Estamos diciendo que menos de 2 de cada 10 personas designadas por el Ejecutivo fueron mujeres. Si miramos todos los nombramientos desde el retorno a la democracia, Alberto Fernández se ubica fuera del podio de inclusión femenina, por detrás de Néstor Kirchner con 22% de mujeres a lo largo de su presidencia, Cristina Fernández con 21%  y Duhalde con 19%. 

Alberto Fernández había comenzado su gobierno con 4 mujeres sobre un total de 22 ministerios, (el 19% del total de las carteras) para hoy encontrarse en un 10% actual. La lectura empeora si tenemos en cuenta que el actual gobierno tomó el poder en un contexto de movilizaciones sostenidas de los feminismos, con la promesa de llevar adelante las demandas que forman parte de la agenda feminista. Algunas de esas demandas fueron llevadas a cabo, a fuerza de un nuevo paradigma que institucionalización del movimiento feminista en el Estado, pero que aún tiene deudas pendientes, como la mayor presencia de mujeres en ámbitos de toma de decisión. 

 

Viejos conocidos con viejas soluciones

Si hilamos un poco más fino, se replican los patrones que señalamos siempre. Las carteras encabezadas por mujeres son las que detentan tareas o áreas típicamente feminizadas como Salud o Desarrollo Social. En cambio, desde el retorno a la democracia tuvimos únicamente una ministra de Economía, para dar un ejemplo de espacio típicamente masculinizado. 

Si se analizan funcionarios y funcionarias que repitieron mandatos, aunque sea en carteras diferentes, nos encontramos con ministros como Aníbal Fernández que ocupó cargos ministeriales en seis oportunidades con 5 ministerios distintos y cuatro presidentes diferentes. Anibal fue más veces ministro que la cantidad total de ministras mujeres que tuvieron a cargo áreas como Jefatura de Gabinete desde su creación en 1995, o las carteras de Interior, Obras Públicas, Energía, Turismo y Deportes (0), Economía (1) o Trabajo(2). Los diez ministros varones que más veces repitieron cargo ministerial (31) superan a la cantidad de ministras mujeres desde el retorno a la democracia que fueron nombradas al menos una vez (27). 

La declaración no alcanza

El actual gobierno había anunciado en febrero de este año el impulso de un protocolo para tener la paridad como mandato en los nuevos nombramientos para ocupar cargos en el gobierno. Sin embargo, tanto la implementación sustantiva como la letra fina de la reglamentación no fueron claras. Una de las traducciones inmediatas de esto es la no implementación de dicho protocolo, sobre todo en altos mandos, como los reemplazos ministeriales. 

Pero entonces, ¿cuáles son los mecanismos que operan para que sistemáticamente siempre sean varones los que ocupan los espacios de poder? ¿Es la socialización masculina del poder? ¿Es que se llevan bien? ¿Es que pactan en el partido del sábado qué cartera le corresponde a quién? ¿Es simplemente falta de interés? La primera nota que publicó Ecofeminita sobre el techo de cristal en el Estado Nacional fue en 2017 y se hacía alguna de estas preguntas. En 2019 replicamos el experimento en los gobiernos provinciales. Las preguntas se repiten y las respuestas también: por cada mujer en un espacio de dirección ministerial, hay muchos más varones en los mismos puestos.

Ensayar posibles respuestas parece un ejercicio poco importante e inabarcable. El nombramiento sistemático de varones en puestos de decisión empieza por el machismo enraizado en una sociedad patriarcal, pero se extiende en muchos otros motivos que tienen que ver con la reproducción de estereotipos de género acordes a una sociedad que los feminismos exigimos transformar.  

Lo que deseamos es mucho, pero hay caminos concretos para dar luz al final del túnel:  es necesario pensar las crisis políticas como oportunidades perdidas y las oportunidades perdidas como limitantes de la política pública concreta.

Transformar la estrategia: es con nosotras adentro 

En la mayoría de los momentos donde el gobierno actual pasó períodos de crisis políticas, la salida fue con más varones. Solo destaca Carla Vizzotti como respuesta al vaivén político del vacunatorio en el Ministerio de Salud que se cobró el mandato de Ginés González García que, además, ya formaba parte del Ministerio como viceministra y se ganó el puesto con las credenciales mostradas durante los primeros meses de la pandemia. Los cortocircuitos dentro de la coalición gobernante se cobraron la salida de Marcela Losardo, reemplazada por Martín Soria. La derrota electoral de las elecciones de medio término de 2021  implicó el reemplazo de Sabina Frederic por Aníbal Fernández y el nombramiento de Juan Manzur como Jefe de Gabinete, uno de los referentes políticos que, siendo gobernador, fue voz autorizada en contra de la legalización del aborto. Podemos agregar a Graciela Camaño como interventora de la AFI que, una vez finalizada la intervención, fue reemplazada por otro viejo conocido: Agustín Rossi. También ocurre que ninguno de estos funcionarios es una renovación y en la gran mayoría ya ocupó cargos ejecutivos a nivel nacional. Es decir, llamamos no solo a los varones, sino a los mismos varones, para resolver viejos problemas. Se trata de falta de mujeres y falta de innovación. 

Por otro lado, la ausencia de mujeres y cuadros políticos diversos tiene un correlato en la política pública que desde allí se traduce. No es casual que la institucionalización del género, el feminismo de estado, las políticas públicas con perspectiva de género o los presupuestos de género hayan llegado luego del aluvión feminista que pobló las calles y la política. La falta de diversidad limita la capacidad de planificar política pública disruptiva, innovadora y feminista. Entonces, los nombramientos de varones no solo hablan de la no inclusión de las mujeres en la disputa de poder, sino también de limitar el menú de intervenciones estatales para la erradicación de la desigualdad de género. 

El fenómeno de la falta de mujeres no es contar nombres en un organigrama. No es un capricho por aparecer en la foto ni es una demanda elitista. Es la disputa real de un espacio donde se toman las decisiones que afectan quién, cómo y cuándo se hace la política pública. El poder para el feminismo no es sólo acumulación de poder en sí mismo, es poder para cambiar la realidad para todas y todes.

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