Por Miriam De Paoli y Milagros Kirpach, integrantes de No Pausa
¿A qué se parece una menopáusica? Cuando buscamos la palabra en internet el estereotipo está claro: arrugas, pelo blanco y más de 60 años (técnicamente postmenopáusicas). Se hace evidente que la representación que tenemos de la menopausia se reduce a unas pocas mujeres, simplifica e invisibiliza. Con las personas trans, directamente hace de cuenta que no existen.
En el siglo XXI y con una tendencia creciente a que la perimenopausia, el periodo de transición hasta que la menstruación se retira completamente, aparezca más temprano (debido a la exposición a factores vinculados al estilo de vida como el estrés), “una menopáusica” se parece a nada y a todo: existen tantas menopausias como cuerpos que dejan de menstruar. Esto quiere decir que es una etapa que puede alcanzarnos en distintos momentos y situaciones de la vida: con hijes, sin elles, en pareja, sin pareja, emprendiendo, en puestos jerárquicos, habiendo dejado de trabajar, a los 40, a los 45, a los 50 o inclusive, habiendo decidido realizar una terapia hormonal sustitutiva.
Los escenarios son múltiples y sería imposible abarcarlos todos. Ahora bien, es probable que nuestra forma de transitarla dependa de ese contexto, así como también del “peso del estereotipo”. Para algunxs, no será más que la pérdida de su menstruación- en algunos casos hasta un alivio- inclusive un momento de autorrealización y madurez intelectual o emocional (de hecho, según un estudio publicado en la Revista Psychological Science, es entre los 45 y los 55 años que las personas alcanzamos el punto culminante de nuestra madurez en términos de comprensión intelectual y emocional).
Sin embargo, si esta etapa acontece en un momento en el que prevalecen la inseguridad, el miedo y las frustraciones, es probable que el desconocimiento – potenciado por la desinformación y el tabú que la acompañan- lleven a ver el cese de la menstruación como un proceso amenazador. Así, los estereotipos negativos se transforman en una amenaza. “Soy menos atractiva”, “estoy seca”, “odio esta etapa, yo no era así”, “fue lo peor que me pasó”; son algunas frases frecuentes en No Pausa, una red multiplataforma que busca brindar información integral sobre el climaterio (menopausia). Además, las autopercepciones negativas se ven profundizadas por la mirada del otro: “está irritable, seguro está menopáusica” y otras formas sarcásticas, peyorativas y despectivas que potencian el estigma.
La falta de información dificulta adaptarse y aceptar los cambios que está atravesando el organismo. Muchas veces, el desconocimiento y el tabú impiden comunicar esos cambios al entorno y aparecen el desprecio o formas más visibles de violencia.
DEJAR DE MENSTRUAR TAMBIÉN ES TABÚ
No es novedad que todo lo relacionado al ciclo menstrual ha estado – y sigue estando – rodeado de silencios, tabúes, mitos y prejuicios. Como la primera menstruación en la adolescencia, el climaterio (o “mal llamada” menopausia) es la etapa de la vida de las personas con útero más invisibilizada. De ella no se habla, a pesar de que muchísimas personas la van a atravesar. Se la relaciona con la finitud, la vejez, el fin de la sexualidad. Todo eso bajo un aura de secreto y silencio. Como si no hablar de menopausia impidiera que llegara.
La ausencia de políticas públicas, la falta de consideraciones dentro del mercado laboral, pero, sobre todo, la nulidad del tratamiento del tema por parte de los medios de comunicación, la falta de Educación Sexual Integral y el silencio de las marcas refuerzan el tabú y potencian que esta etapa sea vivida – por la mayoría- de forma silenciosa e incluso vergonzosa.
Tal es la desinformación e invisibilidad que ni siquiera la llamamos por su nombre correcto. Hablar de menopausia para referirse al climaterio es como decirle vagina a la vulva. Un error común y que se ha perpetuado en el tiempo tanto en la educación informal como formal. Técnicamente, la menopausia no es más que el fin de la menstruación. En promedio sucede alrededor de los 50 años de edad – dependiendo de hechos biológicos y del entorno sociocultural – y comprende un amplio rango entre los 48 y los 58 ( por ejemplo, en Latinoamérica el promedio es a los 49). Lo interesante es que la menopausia -como la menarca- es un solo día en la vida de las personas con útero. De hecho, nos enteramos de que estuvimos menopáusicxs 12 meses después de la fecha de esa última menstruación. Exacto, es necesario esperar un año para confirmar el “fin de la vida reproductiva”.
Por el contrario, cuando hablamos de climaterio, nos referimos al período de transición en la vida de las personas menstruantes que se prolonga durante años, e incluye el antes, el durante y el después de la menopausia. Esta etapa se caracteriza por la caída del nivel de ciertas hormonas, en especial del estrógeno. Cuando caen los estrógenos, aumenta el riesgo cardiovascular (durante el climaterio hay más muertes asociadas a esta causa que al cáncer de mama), se resecan las mucosas (en especial la vagina y la vulva), se experimentan calores, cambia la respuesta sexual, etc. Esto solo para mencionar algunos de los síntomas que parecieran aparecer “como de la nada”.
El climaterio abarca hoy 1/3 de la vida de las personas con útero y, existen múltiples tipos de menopausias: quirúrgica, por estrés, precoz o también llamada Insuficiencia Ovárica Prematura (antes de los 40 años), temprana (entre los 40 y los 45 años), para las cuales no contamos con estadísticas locales exactas. Según datos de la OMS, entre el 60% y 70% llegan a esa etapa sin los conocimientos básicos de su impacto tanto físicos como psicológicos.Es decir, una etapa invisible que no cuenta con estudios suficientes para saber realmente donde estamos paradxs.
En todos los casos- sin importar el tipo de menopausia o la edad en la que se produzca- este período llega acompañado de – al menos- dos “mochilas”. Por un lado, estas alteraciones o cambios en el cuerpo que son los famosos “síntomas de la menopausia” que mencionamos arriba y que alcanzan al 85% de las personas atravesando esta etapa. Son alrededor de 30 y pueden ser de índole físico o psicológico.
La intensidad de los síntomas, la salud preexistente del cuerpo y el acompañamiento médico que se tenga en este período, son algunos de los factores que parecieran condicionar que estos cambios afecten o no la calidad de vida de quién está atravesando el climaterio. En ese sentido, tampoco contamos con estadísticas o relevamientos locales que nos permitan conocer el impacto de la menopausia sobre la calidad de vida, quienes buscan ayuda y quienes simplemente sufren los síntomas en silencio.
Las autoras de esta nota, fundadoras de No Pausa, después de un año de investigaciones e intercambio de experiencias con más de 45.000 personas (mujeres y varones trans) que forman parte de la comunidad, creen que una de las principales falencias en el abordaje de esa etapa se da por la dificultad del sistema médico en general para encararla de forma integral. A eso se suma la ausencia de políticas públicas y protocolos regulatorios para las personas que están transitando esa etapa en nuestro país.
Sin embargo, existe una “mochila” aún más pesada: su significado cultural. Nuestras percepciones sobre la menopausia están ligadas a acepciones culturales más amplias vinculadas a la feminidad y el envejecimiento. Aún hoy, quienes están atravesando este período deben enfrentar estereotipos de género negativos y son vistxs como “quien ha perdido algo”.
La menopausia está rodeada de fuertes connotaciones despreciativas que van unidas a ideas de déficit, deterioro y vejez. Desde una perspectiva cultural, con la llegada de la menopausia la persona “deja de ser atractiva, ya no es competitiva ni tiene deseo sexual”. En este último sentido, está muy relacionado con el concepto de «edadismo» o prejuicio cultural hacia las personas mayores de cualquier sexo, incluyendo conductas de rechazo y sentimientos de desagrado.
El cese de la menstruación y todo lo que conlleva no es en absoluto un tema de agenda como lo ha empezado a ser la menstruación, gracias a los incansables esfuerzos del movimiento feminista en nuestro país. La menopausia tampoco es un tema presente en charlas familiares, de pareja o entre amigas, convirtiéndose así en un momento fantasma.
MENOPAUSIA COMO DISPARADOR DE VIOLENCIA INTRAFAMILIAR
Desde No Pausa ya se han advertido innúmeros casos de violencia intrafamiliar disparados o potenciados por el impacto negativo que suele tener la bajada de estrógenos en la sexualidad. Un alto porcentaje de las personas durante esta etapa experimentan disminución en el deseo, en la frecuencia y en la capacidad de respuesta sexual. En más de un 75% de los casos, disminuye la lubricación vaginal; las paredes vaginales se alisan y se hacen más sensibles. La penetración puede ser dolorosa y hasta producir pequeñas lesiones. Esas variables, y en especial en contextos de mayor vulnerabilidad, potencian situaciones de violencia intrafamiliar en la pareja. Es decir, el impacto negativo en la vida sexual se convierte en una justificación para el atacante cuando se desconoce de qué se trata.
Lo que hemos mencionado hasta el momento, da cuenta del impacto que tiene “la menopausia” en la vida cotidiana y de la necesidad de desmitificar – o, mejor dicho- resignificar esta etapa invisibilizada. Urge, por un lado, la erradicación del discurso estereotipado y de los mecanismos socioculturales que conforman mitos, estereotipos opresores y discriminatorios en relación a la madurez femenina, por otro, el empoderamiento de la persona a través de la información.
Asimismo, desde un rol institucional, debemos procurar que la atención médica adopte una mirada integral teniendo en consideración el impacto transversal que tiene la menopausia en este escenario. Por otra parte, merecemos contar con estadísticas nacionales que sirvan como fuente de toma de decisiones y diseño de políticas públicas.
Hay mucho por hacer y visibilizar.