Las trabajadoras de casas particulares en un subsuelo del feminismo
En el marco de un nuevo 8M, es importante insistir con la lupa en un sector que es fundamental para la reproducción social y que sostiene de manera precarizada los cuidados de muchos hogares argentinos. Al mismo tiempo, las trabajadoras de casas particulares (TDCP) representan al sector económico que más mujeres emplea en nuestro país y, a su vez, es el sector con menor pago y con las peores condiciones laborales. ¿De qué manera se reproducen estas condiciones? ¿Qué se esconde detrás de la situación de las TDCP?
Marcela tiene 46 años y una fuerte lumbalgia con adormecimiento de una pierna que la despierta por las noches, toma analgésicos para el dolor y medicación para dormir casi todos los días, hace más de cuatro años cuida a una señora mayor que debe levantar de su cama para alimentarla y bañarla.
A fines de 2021, tuvo repercusión en las redes sociales un tuit que decía lo siguiente: “¿Por qué a las trabajadoras del empleo doméstico les gusta tanto tomarse el ibuprofeno de las patronas? ¿Por qué?”. A partir de esto, siguieron muchas respuestas empatizando con el tuit, pero también apareció un fuerte repudio indicando el tono clasista y discriminatorio de la pregunta. Sin embargo, estas frases nos visibilizan una realidad que viven las TDCP a diario, no sólo en términos de discriminación y maltrato laboral, sino también en cómo su salud se ve afectada.
Mónica tiene 38 años, se cayó corriendo el segundo colectivo que toma para ir a trabajar, se quebró el hombro, en la operación le pusieron una placa de metal y dos tornillos, algunos días le duele mucho, toma hasta cuatro analgésicos diarios, cuida dos niños pequeños y un bebé de su empleador.
Los últimos datos disponibles, del tercer trimestre de 2022, informan que hay más de 840 mil personas que componen al sector de Trabajadoras de Casas Particulares (TCDP), de las cuales más de 812 mil son mujeres. Al mismo tiempo, estas trabajadoras representan casi un 20% dentro del total de ocupadas-asalariadas. Si tenemos en cuenta el universo que va por fuera de las grandes ciudades, se estima que hay alrededor de más de 1.500.000 personas que trabajan como TDCP. Es decir, se trata de la ocupación asalariada más extendida entre las mujeres.
A su vez, más de un 78% de estas trabajadoras lo realizan dentro de una relación de trabajo no registrada: de modo que se ocultan sus derechos laborales, limitando su acceso a vacaciones pagas o aguinaldo, licencia por enfermedad o embarazo, se ven privadas del acceso a una obra social, de cobertura por aseguradora de riesgos del trabajo (ART), de los aportes a la seguridad social y muy recientemente también de la posibilidad de la percepción de las prestaciones del seguro de desempleo, además de que pueden verse forzadas a tener que litigar judicialmente para el ejercicio de derechos básicos como el cobro de una indemnización según lo normado por la ley en caso de despido. En particular, no contar con una ART las imposibilita de contar con el seguro que cubra un accidente en el trabajo o en el trayecto de ida o vuelta al mismo (como ejemplos podemos mencionar consecuencias de un accidente de tránsito o un ataque a su integridad sexual), y contar con las prestaciones médico-rehabilitadoras y la indemnización necesarias en caso de que su capacidad de trabajo quede disminuida. Por lo que prescindir de este tipo de derecho laboral perjudica directamente en la salud de las TDCP y en la sostenibilidad de sus vidas.
Gladys tiene 52 años, se hizo quemaduras graves con agua hirviendo en su brazo derecho y debe hacerse curaciones diarias, le dijeron que no va a recuperar la movilidad totalmente, es cocinera de un matrimonio hace más de veinte años.
Luego de la sanción de la ley 26.844, que reguló con sustanciales mejoras la actividad de este colectivo de trabajadoras, podemos acceder a información más concreta del sector. En la Segunda Encuesta Nacional, con datos de 2018, y en el Estudio de Condiciones de Empleo, Trabajo y Salud de Trabajadoras Domésticas de Casas Particulares elaborado a partir de aquella encuesta, se advierten resultados negativos en cuanto a sus indicadores de salud general: el 19% percibe tener un mal estado de salud, lo que coloca a las TDCP como el sector con mayor autopercepción negativa de su salud; el 19,4% de ellas valora su bienestar psicofísico como bajo; y el 21,4% piensa que su trabajo tiene influencia negativa sobre su salud. En cuanto a riesgos específicos, se indica que el 22,6% está expuesta a riesgos químicos, lo que las sitúa como la segunda categoría más expuesta, y dentro de los riesgos disergonómicos, el 30,2% enfrenta movimientos repetitivos y el 15,4% posturas forzadas que aumentan la probabilidad de que sufran trastornos músculo-esqueléticos.
Yesica tiene 26 años y se cayó de una escalera que ella misma había encerado, fue operada de la rodilla, le recetaron analgésicos y protectores gástricos.
Más datos se desprenden del último Informe Anual de Accidentabilidad Laboral donde se informa que en el promedio anual, 533.123 TDCP contaron con cobertura de ART, en donde se notificaron 9.612 accidentes de trabajo o enfermedades profesionales. A su vez, se determinaron 1.658 incapacidades laborales permanentes, patologías más frecuentes fueron ‘otras dorsopatías’ (36,6%), ‘trastornos de los nervios, de las raíces y de los plexos nerviosos’ (16,9%), ‘otros trastornos de los tejidos blandos’ (14,1%) y ‘trastornos de los tendones y de la sinovial’ (14,1%). Además, los principales agentes causantes de enfermedades profesionales fueron las ‘posiciones forzadas y gestos repetitivos que afectan las extremidades superiores’ (57,7%) y ‘carga, posiciones forzadas y gestos repetitivos de la columna vertebral lumbosacra’ (15,5%). Por último, sus accidentes de trabajo más frecuentes fueron ‘caídas de personas’ (42,1%), ‘pisadas, choques o golpes por objetos’ (19,5%) y ‘esfuerzos excesivos’ (11,2%). Cabe destacar que estos datos no representan al universo total de las TDCP, por lo que se esperaría que los valores sean considerablemente mayores a los que indica el informe.
Los analgésicos y la salud de las trabajadoras son un tema poco abordado. Sin embargo, podemos mencionar algunas campañas donde la organización sindical se ha interesado y ocupado de la salud en trabajos feminizados: UTGRA, el gremio de gastronomía y hotelería, se vinculó con la Federación internacional del sector UITA y con la ONG Alba Sud de Barcelona en donde realizaron la campaña Trabajo, salud y dignidad para las camareras de piso. También podemos mencionar a la campaña realizada por las Comisiones Obreras en España, llamada Tus derechos, la mejor medicina, trabajadora auto medicarse no es la solución, destinada a cuidadoras en residencias para mayores y personal de limpieza de hoteles, tras haberse detectado un elevado consumo de medicamentos como el ibuprofeno y riesgos de complicación y progresión con protectores gástricos y psicofármacos.
Tanto los datos que se desprenden de las narrativas de las trabajadoras como los que arrojan en términos técnicos pasados por el tamiz del sistema de riesgos de trabajo permiten acercarse al conocimiento de la situaciones de salud que atraviesa este colectivo. En la publicación Trabajadores en riesgo. Una sociología histórica de la biopolítica del trabajo asalariado en Argentina, la socióloga argentina Victoria Haidar analiza la problematización de la cuestión de “la salud y seguridad de la población asalariada, amenazada recurrentemente por el hecho mismo del trabajo organizado en forma capitalista”. El período estudiado por Haidar es 1890-1915, una etapa de alta conflictividad social y una respuesta estatal a la misma casi exclusivamente represiva. La autora data el cierre del período con la sanción de la ley 9.688 de Accidentes de Trabajo. Esta ley puede considerarse como la primera que, a partir de reconocer la asimetría entre quien contrata y quien vende su fuerza de trabajo, diferenció la relación laboral de los contratos del derecho civil ordinario y legitimó la intervención activa del Estado para su regulación. Hoy, el sistema de Riesgos del Trabajo tiene su origen en la ley 24.557, sancionada septiembre de 1995, y debieron pasar 19 años para que las TDCP fueran incorporadas al sistema de las ART (decreto PEN 267/2014 y resolución SRT 2224/2014). De esta manera, se desprenden las dificultades formales que tuvieron las trabajadoras para acceder a un derecho básico que, para muchos trabajadores, fue reconocido muchos años atrás. De todas formas, más allá de la formalidad, al ser un sector altamente informalizado, como ya lo mencionamos, este derecho no se cumple en la práctica como tal.
El reconocimiento de la necesidad de la registración de la relación laboral de las TDCP y la facilitación de acceso a sus derechos laborales es un factor que incide en la construcción de un sistema de cuidados más justo e igualitario. Expresiones utilizadas para referirse a ellas como “la chica que ayuda en casa” traen aparejado el mantenerlas ocultas en un ámbito pretendidamente privado-familiar y sustraídas del orden público laboral y del reconocimiento social y económico que deben tener las tareas de cuidado que permiten la subsistencia de la humanidad. En este 2023, un eje central de las luchas por la igualdad para los feminismos tiene que ser con las numerosas trabajadoras de casas particulares convocando a que las mismas dejen de ser un subsuelo del feminismo.
Nota de la autora: las reseñas son algunos fragmentos de historias que he oído durante consultas a las que recurren en algún pasaje de su trayectoria laboral trabajadoras de casas particulares ante vulneraciones a sus derechos laborales. Sus datos fueron modificados para evitar su identificación.