Inventora de la jeringa que puede usarse con una sola mano
Aldana Vales*
@aldyvales
Ilustración por Lina Castellanos
“Que se sepa que Letitia Mumford Geer, ciudadana de los Estados Unidos, residente en el 303 de la calle 114 este, ciudad de Nueva York, condado de Nueva York, en el estado de Nueva York, ha inventado una nueva y útil mejora en las jeringas”, empieza el texto de la patente 662.848, concedida el 11 de abril de 1899. De esta enfermera e inventora se sabe muy poco. Hay registros de censos estadounidenses que dejan constancia de que nació en Nueva York en 1853 y que tuvo tres hermanos. Según esos documentos, murió en 1935.
Se sabe, en cambio, mucho más de su invento, descrito como una “jeringa de una mano”. Antes de que se le ocurriera este nuevo dispositivo, una persona debía implementar las dos manos para usarla. El objetivo que tuvo Geer, dice el texto de la patente, fue “proveer una herramienta” que le permitiera inyectar el contenido “sin la ayuda de un asistente”.
No eran tiempos fáciles para las inventoras, aunque ya hubiesen quedado atrás los años en los que podían registrar una creación a nombre del esposo. Eran épocas en las que apenas el 1 por ciento de las patentes concedidas en Estados Unidos eran para las mujeres. La poca participación femenina en los sectores de la ciencia y la tecnología era una de las razones para esa cifra ínfima, pero también tenía mucho que ver la burocracia.
Las mujeres necesitaban brindar más pruebas de que realmente ellas habían inventado el objeto por el que solicitaban la patente. El proceso generalmente era más simple si contrataban un abogado, pero muchas no podían hacerlo. En ese momento, como en la mayoría de los siglos XVIII y XIX, se consideraba que el lugar de una mujer era la casa y gran parte de las primeras creaciones de las inventoras estaban relacionadas con el hogar. Geer presentó, en cambio, un dispositivo que había pensado para su propia profesión.
En su presentación, incluyó distintos dibujos junto al pedido de la patente, desde un ejemplo de cómo manipular la jeringa hasta una descripción del objeto. Explicó cómo funcionaba, qué sucedía con el líquido. “El dispositivo es muy simple y barato”, aseguró. Incluso aclaró: “La forma puede variar hasta cierto punto sin eliminar el espíritu de mi invento. Dos testigos firmaron el pedido, Hubbard W. Mitchell y Eugene Frederick Hoyt.
Casi 120 años después, el panorama para las inventoras ha mejorado, pero todavía está lejos de ser el mismo que para los hombres. Alrededor del 20 por ciento de las de las patentes han sido otorgadas a mujeres. Según un informe del Institute for Women’s Policy Research sobre la igualdad en la innovación, de mantenerse el ritmo actual recién en 2090 se alcanzará una paridad en los registros de las patentes.
* Periodista