Msc. Agostina Mileo*
“7 am taladra mi vecino, le grito fuerte ¡Será porque te vino!” decía aquella publicidad no tan lejana. Y así como nuestros enojos han sido atribuidos a la menstruación, la misma suerte corrieron los granos, el dolor de cabeza, los cambios en la libido, la diarrea y la constipación. Casi cualquier cosa que nos ocurra a quienes menstruamos pareciera suceder porque nos vino o porque nos está por venir. Dicho así parece descabellado o supersticioso, ni siquiera algo de qué preocuparse, el tipo de síntoma del que se encarga algún remedio de la abuela. En cambio, si hablamos de síndrome premenstrual la cosa cambia, porque cuando la medicina le pone nombre a algo entendemos que merece nuestra atención y que no lo vamos a poder solucionar solos.
Durante muchos años, el antropólogo Daniel Johnson revisó la literatura médica de varios lugares del mundo para darse cuenta de que, efectivamente, el síndrome pre menstrual es una especie de bolsa de gatos en la que metemos cualquier cambio fisiológico correlativo con algún momento del ciclo menstrual. Más de 150 síntomas listados sin frecuencia ni grado de intensidad registrados en lapsos diferentes a lo largo del ciclo configuran el espectro del síndrome, cosa que resulta bastante rara si lo que pretendemos de los diagnósticos es que sean específicos.
Los síntomas relacionados con la menstruación se estudiaron -desde Hipócrates en adelante- en casi todas las culturas, pero el término “Síndrome Pre Menstrual” (SPM) apareció por primera vez en Inglaterra en 1953. Durante 20 años se lo utilizó como sinónimo de lo que hasta ese entonces se conocía como “síndrome de tensión premenstrual” que analizaba tres síntomas: irritabilidad, depresión y fatiga extrema. “La adopción del término síndrome premenstrual reconoce no solo que los síntomas involucrados son más, también redefine nuestro sistema de clasificación de enfermedades” dice Johnson mientras cuenta que en los 70’s y 80’s hubo una proliferación de clínicas para el estudio de la infertilidad y otros temas reproductivos junto con grupos de apoyo de mujeres que creían tener SPM y varios fallos judiciales en los que se argumentó que mujeres que habían cometido asesinatos lo hicieron fuera de sus cabales por padecer síndrome pre menstrual agudo.
Así, cuando hablamos de SPM nos encontramos con una patología reconocida por la comunidad médica que no reúne las condiciones tradicionales de una enfermedad (como síntomas precisos que aparecen con cierta periodicidad e intensidad en la mayor parte de los que la padecen) y que se popularizó en un momento en el que se necesitaba que nociones estigmatizantes sobre las mujeres como “histeria” se desterraran del vocabulario médico. Sin embargo, la variedad de síntomas englobados en el PMS exceden por mucho la mera intención de dar bases fisiológicas a comportamientos inestables o irracionales y prácticamente proponen a la menstruación en sí misma como una patología, lo que en principio podría sonar muy contradictorio con un movimiento emancipatorio de lo femenino.
Ante la pregunta ¿por qué a las mujeres occidentales les convendría impulsar una visión de la menstruación que la equipare a una patología?, el trabajo de Johnson ofrece una posible respuesta innovadora; con la institución del síndrome premenstrual, las mujeres occidentales pueden liberarse de la exigencia del doble rol de madres y trabajadoras.
¿Cómo es esto? Con la incorporación masiva de mujeres en el mercado laboral en puestos que no son solo de reemplazo (como en la guerra) sino en los que compiten directamente con varones con formación superior, se crea sobre esas mujeres una expectativa de excelencia en un ámbito en el que antes no se les exigía. A su vez, el rol como reproductoras no se abandona, y la maternidad sigue siendo un mandato social. De esta manera, el síndrome premenstrual funciona como una doble negación: si estoy menstruando conservo mi potencial de fertilidad pero no cumplo con mi función reproductiva y si al menstruar estoy enferma puedo no ir al trabajo ¹.
Fuente: Gasparini y Marchionni, Cedlas y Banco Mundial
Esto, que suena como un plan maestro feminista que le hace “fuck you” al capitalismo progenitor en la cara, no funciona solo, sino en una red compleja. El SPM puede haber tenido raíces o componentes de rebelión, pero una vez aceptado como parte de la cultura, causa otros efectos. Ian Hacking describe la existencia de algo llamado “clase social interactiva” que básicamente dice que una vez que las sociedades reconocen una categoría, los individuos que entran en ella también ven condicionado su universo material. Por ejemplo, cuando la sociedad reconoce la categoría “discapacitado” y una persona se traslada en silla de ruedas puede acceder a un carnet que lo reconozca como tal y con base en eso, por ejemplo, entrar gratis a espectáculos, pagar menos impuestos o viajar sin cargo en micro. A su vez, hay cierto comportamiento que se espera de esa persona, una manera de actuar acorde al imaginario popular del discapacitado que probablemente esa persona acate². De la misma manera, si un cuerpo menstrual es propuesto como un cuerpo enfermo, nuestro comportamiento en los días de menstruación probablemente se mimetice con nuestra concepción de enfermedad, así como el comportamiento de los otros a nuestro alrededor.
El SPM funciona, entonces, como un relato del imaginario popular de la menstruación inserto en la literatura médica. Y no solo trae problemas en el funcionamiento social: además de reforzar la idea de que la menstruación es una desventaja femenina frente a los cuerpos masculinos (aunque no todas las mujeres menstrúan ni todas las personas que menstrúan son mujeres), el SPM como “la bolsa de gatos” de síntomas que abarcan casi la totalidad de la experiencia de la menstruación también dificulta el diagnóstico de desórdenes específicos. Bajo la gran capa del síndrome premenstrual, trastornos como el PMDD (Pre Menstrual Dysphoric Disorder o Disforia Pre Menstrual), que causa dolores agudos y depresión severa en las mujeres que lo sufren y que hoy pareciera tener una base genética, quedan completamente invisibilizados y quienes los padecen suelen no encontrar soluciones por diagnósticos erróneos .
Respecto al síndrome premenstrual diremos, entonces, lo contrario a lo que dice la Ley 10174 de día femenino cuando declara que “No es necesario abundar en precisiones sobre los trastornos que el organismo femenino sufre durante un determinado tiempo del mes…”. Queremos abundar en precisiones sobre los trastornos del organismo femenino para que quienes los padecen puedan acceder a diagnósticos rápidos y precisos, pero sobre todo, para que nuestros organismos dejen de ser considerados un trastorno en sí mismos.
¹ Actualmente hay una discusión muy grande por el resurgimiento a nivel mundial (especialmente en Inglaterra e Italia) de lo que en Argentina se conoció como “día femenino”, una licencia laboral mensual para que las mujeres fueran eximidas de trabajar los días de menstruación. Si el SPM es considerado patológico, puedo pedir una licencia por enfermedad común y luego decirle al médico lo que pasa. En el caso del “día femenino”, la licencia especial propone que quienes menstrúan padecen una patología per se y su uso puede generar discriminación en el ambiente laboral. Por otro lado, la obligación de otorgar esta licencia puede ser vista por un empleador como una desventaja a la hora de contratar a alguien (como pasa con la licencia por maternidad).
² Siguiendo con el ejemplo, una vez iba caminando por la calle y un chico en silla de ruedas me dijo una guarangada; por un lado me sorprendió porque estas personas son por lo general desexualizadas en los relatos (he escuchado más de un chiste sobre la sensibilidad debajo de la cintura) y por otro, no le propiné el insulto que le hubiera propinado a cualquier otro varón que me dijera lo mismo porque también fui educada en un contexto que me enseñó que el discapacitado está en una situación de debilidad.
*(a.k.a La Barbie Cientifica). Comunicadora científica. Doctoranda en Historia y Epistemología de la Ciencia.