*Por Agostina Mileo, Agustina Ramón Michel, Dana Repka y Florencia Bellone
A más de dos años de la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo (IVE), algunas reflexiones sobre los impedimentos en el acceso y las posibilidades de mejora del sistema de atención
“[La ley] cae en la paradoja de obligar a las víctimas a callarse porque ‘todo aquello se acabó’, haciendo que lo que sucedió continúe bajo el mismo silencio de entonces”, escribió Annie Ernaux en una página de su libro El Acontecimiento. Se refiere al aborto.
Los abortos siempre existieron y durante mucho tiempo quienes los nombraron lo hicieron a pesar de las consecuencias adversas que esto les traía, con una convicción inclaudicable que finalmente dio lugar a la marea verde del 2018 y pareció que no se podía hablar sin nombrarlos. De hecho, no hacía falta. Las personas colgaban de sus carteras y mochilas pañuelos verdes y celestes y se podía saber su posición respecto al tema sin que mediara palabra. Si bien se entiende que la necesidad de aprobar una ley implica una atención excepcional e incesante sobre el reclamo, una cosa es no parar de hablar sobre algo y otra muy distinta es dejar de hablar sobre ello. Se suponía que los debates legislativos sobre el aborto habían puesto “el tema sobre la mesa” para que nunca más volviera a ser silenciado. Eso se cumplió. Hoy, no podemos decir que exista un silenciamiento, pero el tema ya no aparece en los medios ni en las declaraciones públicas de nuestros funcionarios.
Probablemente, esto está relacionado con la creencia de que las leyes son soluciones en sí mismas y no habilitadoras de políticas públicas que hay que implementar. También, con una confusión respecto al rol de los movimientos feministas en relación a sus posiciones sobre el aborto, como si la lucha fuera para que se aprobara una ley y no para garantizar derechos y mejorar nuestra calidad de vida, tanto de la que tenemos como de la que deseamos. Decir que algo es responsabilidad del Estado no es lo mismo que afirmar que el Estado debe tener la tutela exclusiva y absoluta sobre el tema. Por eso, es importante señalar que el silencio de hoy es mediático. Las feministas en la gestión pública, en las organizaciones sociales, en la academia y en todos los lugares en los que haya una práctica crítica consistente siguen hablando de aborto, pero, sobre todo, siguen diciendo cosas sobre él.
Este artículo reúne datos sobre implementación, analiza la figura de la objeción de conciencia, reflexiona sobre los sujetos que producen conocimiento y recopila propuestas para la mejora de la accesibilidad con el objetivo de conocer cómo son los abortos que tenemos y reflexionar acerca de cómo son los que queremos.