En el primer partido de Argentina e Islandia, el resultado fue un empate. Si la cancha fuera un poco más extensa y en ella se jugara el partido de la igualdad ¿cómo serían los resultados?
Islandia obtuvo el voto para las mujeres en 1915 mientras la Argentina recién lo consiguió tres décadas después, en 1947. Este primer gol islandes encuentra el empate si consideramos que Argentina fue el primer país con una presidenta mujer, cuando Isabel Martínez de Perón llegó al poder por línea sucesoria luego de la muerte de su marido, Juan Domingo Perón.
Pero Islandia también fue pionera en la participación política de las mujeres. En 1975, una marcha movilizó a más de 25 mil mujeres por las calles de Reikiavik, casi un 10 por ciento de la población de Islandia. El paro tuvo consecuencias inmediatas: un año después, el parlamento aprobó una ley de pago igualitario. “Lo que ocurrió ese día fue el primer paso para la emancipación de las mujeres en Islandia. Paralizó el país por completo y abrió los ojos de muchos hombres”, dijo Vigdis Finnbogadottir, quien en 1980 se convirtió en la primera presidenta de Islandia —y también la primera de Europa—.
En 2007 llegaría el turno de Cristina Fernández de Kirchner, que tuvo dos mandatos consecutivos al frente del país. Parte de su legado es la Ley de matrimonio igualitario que se consiguió en 2010, y la Ley de identidad de género de 2011. En 2009, Islandia volvió a marcar un hito al elegir a Jóhanna Sigurdardóttir, que se convirtió en la primera del mundo en ocupar el liderazgo político de un país declarando abiertamente ser lesbiana. De hecho, aprovechó las leyes de matrimonio igualitario que ella misma impulsó en su gobierno (que ya contaba con leyes para unión civil igualitaria) y se casó con su novia, la dramaturga Jónína Leósdóttir. Estos datos cobran relevancia si pensamos que en el mundo, las mujeres son solo el 8 por ciento de lxs líderes mundiales, que toda América hoy no hay ninguna mujer presidenta y que en la historia de Latinoamérica hubo tan solo 10 en ese puesto.
Islandia siempre es el principal ejemplo de todas las políticas públicas destinadas a promover la equidad de género. Algunas de las más destacadas son las licencias de maternidad y paternidad extendidas (90 días para cada uno/a y cada pareja tiene 90 días más para compartir entre ellxs). Aún así, las islandesas no se conforman. En 2016, y a pesar de tener una de las brechas salariales más bajas del planeta, volvieron a tomar las calles. Es que desde 1975 a hoy, la brecha salarial no logró cerrarse. Gylfi Arnbjornsson, presidente de la Confederación del Trabajo de Islandia, dijo, “Nadie espera 50 años para alcanzar una meta. No importa si se trata de una brecha salarial de género o cualquier otra diferencia de retribución. Es simplemente inaceptable decir que vamos a corregir esto en 50 años. Eso es toda una vida“. Esta vez la medida consistió en entrar como todos los días a las 9am pero dejar sus puestos de trabajo a las 2:38pm (en vez de a las 5pm), cumpliendo el 72% de su jornada laboral (aunque la mayoría de los organismos internacionales muestran una brecha muchísimo menor). Esto es, trabajaron el equivalente a lo que ganan con respecto a un varón. Esta medida dio resultado: desde el 1 de enero de 2018, Islandia se convirtió en el primer país en prohibir la brecha salarial de género por ley. La primera ministra, Katrin Jakobsdottir, marcó como fecha límite el 2022 para cerrarla. Si la misma medida se hubiese tomado en Argentina, las mujeres deberían dejar su lugar de trabajo casi a la misma hora, pero las que están en empleos informales —en donde las mujeres están sobrerrepresentadas— deberían retirarse apenas pasadas las 1:30pm.
El Paro de Mujeres islandés de 1975 sirvió de inspiración al que se hizo en octubre de 2016 en la Argentina y los internacionales de 2017 y 2018. Esa experiencia también sembró una semilla que creció rápidamente y dio frutos: en noviembre de 2017 se votó la ley de paridad para los cargos electivos y esta última semana se logró la media sanción de la Ley de interrupción voluntaria del embarazo.
Si de equidad de género se tratara, hoy Argentina perdería este partido. ¡Aunque con muchas gambetas y no por goleada!