En marzo de 2020 vivimos un momento de caos y emergencia, donde nuestras vidas cambiaron y tuvimos que adaptarnos a ese nuevo contexto de confusión e incertidumbre. Lo que no se frenó en ningún momento fueron las tareas domésticas, a cargo de millones de mujeres que día a día garantizan la alimentación, la vestimenta y los cuidados necesarios para la vida cotidiana.
“En medio del caos las feministas vimos una luz de esperanza, porque pensamos que iba a llevar al mundo a ver la importancia de las tareas que realizan las mujeres, la oportunidad sin precedentes para colocar el tema en el centro de la sociedad. No había un mejor escenario, tenías a todas las personas en el hogar conviviendo”, opinó la profesional Iliana Álvarez, en diálogo con Ecofeminita.
Iliana se define como economista, feminista, salvadoreña, madre, docente e investigadora de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. También integra la Coordinadora Social por la Economía del Cuidado y colabora con OXFAM en el análisis de la desigualdad de género en la región; de hecho estuvo a cargo de la publicación del informe “Organización Social de los Cuidados a la luz del COVID-19 en América Latina y el Caribe”, un escrito realizado junto a Ecofeminita que recorre las condiciones en las que los países en la región organizan el cuidado socialmente y recoge los principales e iniciales impactos de la pandemia que sigue en curso.
“Es importante mencionar la dimensión humana del informe, sobre todo por el contexto tan extremo en el que surge. Pretendía ser una fotografía regional, de lo que significaba el COVID-19 en ese momento para la organización social de los cuidados. Queríamos reflejar la emergencia de vida de las mujeres de ese momento, explicar cómo podemos entenderlos con una perspectiva económica feminista”, recordó.
¿Cómo fue el proceso de producción del escrito? “Nos propusimos identificar tendencias, mirar las redes. No contábamos con muchos datos, como del teletrabajo y mujeres, las vivencias de comunidades rurales. Además necesitábamos sacarlo pronto para no perder la coyuntura… no nos imaginamos que a dos años íbamos a seguir teniendo el tema tan presente”, rememoró.
La pandemia evidenció la importancia de esas tareas en nuestro día a día. En 2020 la investigación determinó que las labores domésticas son realizadas mayoritariamente por las mujeres, utilizando en promedio 5,53 horas del día (38,72 horas a la semana), mientras que los hombres dedican solamente 2,62 horas al día (18,34 horas a la semana), lo cual implica que las mujeres realizan más del doble de ese trabajo.
“Es un estudio regional, pero no podemos hablar de manera homogénea sobre los cuidados dentro de la región. El denominador común es que tenemos que permear culturalmente el tema. A veces nos quieren debatir con ideas patriarcales, como que ni siquiera las mujeres se plantean estos temas; pero el feminismo no busca forzar a que cambien su forma de pensar, es darle herramientas para que puedan tener otra visión del mundo, y que en esa libertad decida; ¿es natural que quieran ser cuidadoras exclusivas toda su vida? La mayoría de nosotras ni siquiera nos lo preguntamos”, reflexionó.
Frente a esto, en el informe proponen las “4Rs”: el reconocimiento del trabajo que permite la sostenibilidad de la vida; la reducción de tiempo excedente de las mujeres a partir del levantamiento de la institucionalidad e infraestructura integral; la redistribución del cuidado y su interpretación como una tarea social y colectiva; la representación para incorporar el rol de los sindicatos y el reconocimiento en las agendas.
“Cuando me llegó la posibilidad de responsabilizarme del estudio, recuerdo haber dicho ‘no es posible que no contemos con esto’. Como sociedades estamos aceptando de una manera prácticamente religiosa que a cada crisis no se diagnostique bien los problemas de las mujeres, y sean quienes pagan los costos más altos. Siempre dijimos, imaginemos el día que nosotras dejemos de cuidar… no es nuestro objetivo feminista, queremos que todos y todas cuiden, pero imaginemos si un día hay una huelga global de cuidados, se cae el sistema. Entonces por su naturaleza coyuntural el estudio no cuenta con una data profunda, pero como académica espero que pueda sentar las bases para mejorar la capacidad diagnóstica de los diferentes países”, dijo.
A dos años de ese estudio, desde OXFAM y Ecofeminita presentamos la nueva edición “Los cuidados en Latinoamérica y el Caribe: entre las crisis y las redes comunitarias”, que busca incidir en la agenda pública del mundo post-COVID a través de la visibilización de experiencias de organización exitosas para la corresponsabilidad y derechos.
“Si algo nos dejó en claro la emergencia sanitaria es que el problema es el sistema. Queremos dejar sentado la importancia de la valoración económica de esos trabajos, darle el justo lugar de cuidados comunitarios que existen, y ahí me parece que hay un punto de inflexión importante entre los dos informes: a diferencia del anterior, en este contamos con las voces de las cuidadoras de la región, y es muy interesante conocer esas experiencias. También tuvimos las visiones ancestrales y su aporte al ideario feminista para las transformación de sociedades, que se tome en cuenta la diversidad de contextos”, indicó.
Los datos más recientes, publicados en la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo realizada por INDEC entre octubre y diciembre del año pasado, resaltan que el 91,6% de las mujeres participa de alguna de las tareas domésticas, pero sólo el 73,9% de los varones lo hacen; desde Ecofeminita lo analizamos en esta nota. La contribución de todo este trabajo a las economías en América Latina y el Caribe representa entre el 15,7% y el 24,2% del PIB regional, y ellas contribuyen con el 75% de este valor, según la CEPAL.
A su vez, se estima que hacía 2050 la cantidad de personas que requieren cuidados estará cerca de duplicarse, incrementando sustancialmente la demanda de personas cuidadoras. Cerrar la brecha de género se retrasará toda una generación, pasando de los 99 años estimados antes de la pandemia a 135 años.
“El de 2020 muestra una visión puntual de la realidad; el de 2022 permite ver opciones, propuestas, dejar preguntas abiertas y que seguramente desde la teoría, comunidades, espacios políticos, escuelas, debemos seguir trabajando. Además en el último se incorpora de lleno la idea del conflicto capital-vida como forma de análisis para leer la crisis, porque a la luz de dos años de pandemia sabemos que muchos de los giros que se han tomado en los diferentes países de la región han sido para profundizar medidas neoliberales”, comparó.
El escrito abre diferentes debates e invita a la reflexión sobre la planificación y gestión de tareas, los recursos y el tiempo que implican, el rol de las niñas y nuevas generaciones, o el concepto de sostenibilidad de la vida, para guiarnos en el camino hacia una sociedad más justa e igualitaria. “El informe hace preguntas como qué nuevos tipos de trabajos domésticos empezaron con la pandemia, o bien cuáles se ampliaron, cuales se quedaron a pesar del fin del confinamiento”, consideró.
A dos años de ese momento de caos que dominó el inicio de la cuarentena, Iliana ubica dos etapas posteriores. El primero es la transición: “Entender que pasó todo este tiempo, que no es poco para procesos económicos y sociales. Los titulares empezaron a mostrar que la pandemia parecía no tener fin, había nuevas olas, y el patriarcado y el capitalismo siempre aprovechan cada espacio y energía para normalizar lo ya normalizado. Se borraron fronteras laborales, de tiempo, de responsabilidades”, observó.
“En Latinoamérica particularmente la crisis económica y social no se hizo esperar, empezamos a ver los impactos, que no solo eran las muertes sino el desempleo, falta de alimentos, el flujo migratorio que se recrudece, la falta de atención a las infancias”, comentó. Ahí ubica la última y actual etapa, que es la de toma de decisiones “sobre cómo seguir, que se toman en espacios hiper masculinizados que excluye a mujeres de dinámicas de desarrollo”.
En este sentido, en el informe esbozan algunos lineamientos a futuro: transitar hacia sociedades de cuidado, avanzar a la corresponsabilidad del trabajo, amplificar experiencias desde un abordaje integral y multisectorial, exigir el diseño de registros administrativos que permitan obtener datos estadísticos desagregados, incidir en la deconstrucción de los sistemas y prácticas patriarcales, promover reformas y cambios en la cultura institucional y organizacional, la profesionalización, considerar e incorporar otras visiones, prácticas y sistemas no hegemónicos, incidir en la regulación de las políticas fiscales para garantizar la sostenibilidad del cuidado e invertir con recursos del Estado en la creación de estructuras sociales para las distintas esferas de vida.
“Esta visión de un cambio social nos parece la forma en la que la sociedad pueda entender la importancia de los mismos para su funcionamiento y reproducción, que se reconozca y dimensione esa importancia, y que de alguna manera, progresiva, económica, social, culturalmente, transicionemos a sociedades que cuidan, que es nuestro mayor interés”, finalizó.