El 9 de abril es el Día del pago Igualitario en Argentina, fecha que impulsamos desde Ecofeminita en 2018 para evidenciar que las mujeres tienen que trabajar 1 año y 3 meses para obtener los mismos ingresos que los varones acumulan en 1 año. Además, 7 de cada 10 personas que se ocupan de las tareas del hogar son mujeres: el tiempo dedicado a las tareas domésticas y de cuidados no remunerados. Parecen fenómenos separados pero esta jornada de trabajo gratuita dentro de los hogares se convierte en la diferencia fundamental que sostiene y reproduce las disparidades en el mercado laboral.
En la segunda parte del 2021 la brecha salarial – la diferencia entre lo que reciben, en promedio, varones y mujeres en el mercado laboral – se ubicó en un 26%, lo que significa que la brecha disminuyó sólo 1 punto porcentual desde la medición de 2019. En concreto, en lugar de visibilizar el 9 de abril, lo haríamos el 4 del mismo mes. Si bien es un indicador volátil ante factores contextuales, nunca rompió el piso del 20% de brecha salarial.
El año pasado el ingreso medio mensual de las mujeres fue de $39.400 y el de los varones, $53.200. Esto implica que al año, en promedio, las mujeres ganaron $165.600 menos que ellos, el equivalente a más de 5 salarios mínimos, vitales y móviles. En un escenario hipotético, esto implicaría que los varones podrían no trabajar durante 3 meses y 4 días y recién ahí igualarían lo que ganan con respecto a las mujeres.
Ahora que marcamos esta desigualdad, ¿qué podemos hacer?. Como mencionamos al principio, una de las principales fuente de desigualdad tiene que ver con la desigual distribución de las horas de trabajo del hogar y los cuidados a las infancias, personas con discapacidad, adultos mayores y personas enfermas. De esta manera, políticas públicas que busquen garantizar cuidados a su población ayudan a reducir esta disparidad y nos acercan, pasito a pasito, a un escenario menos desigual.
La reglamentación del art. 179 de la Ley de Contrato de Trabajo, que garantiza los espacios de cuidados o el reintegro por el gasto de los mismos para la primera infancia (entre 45 días y los 3 años) en los espacios de trabajo con más de 100 trabajadores, es un buen ejemplo de política pública que, disminuyendo la carga de cuidados que recae hoy en las familias, y dentro de ellas, principalmente en las mujeres, tiene impactos positivos en la reducción de la brecha salarial. Sin embargo, hay que recordar que el cálculo de la brecha es un promedio del total y que para el caso de los y las trabajadoras que están por fuera de la ley de contrato de trabajo privado y para aquellos/as que trabajan en espacios que no alcanzan ese número de trabajadores/as hacen falta políticas de cuidado integrales.
Este punto no es menor ya que el empleo no registrado es una problemática general en nuestro país. Sin embargo, afecta en mayor medida a las mujeres asalariadas: hay un 36% de trabajadoras que no posee descuento jubilatorio, mientras se reduce a un 30% para los varones asalariados. En estos casos el salario promedio de las mujeres es de $19.900 y el de los varones $32.300 al mes, es decir, en los casos de informalidad laboral la brecha salarial asciende a 38,5%. Por lo tanto, las mujeres pertenecientes a este fragmento tienen que trabajar 5 meses y medio más para equiparar el salario de sus pares. No llegamos aún a su #DíadePagoIgualitario.
Entre las trabajadoras informales, que representan más de un tercio del total, se encuentran las trabajadoras de casas particulares que tienen las tasas más altas de precarización y los salarios más bajos de la economía. Aproximadamente el 70% de ellas no cuenta con vacaciones pagas, no percibe aguinaldos ni pago en caso de enfermedad, y no cuentan con cobertura de salud mediante obra social. En el informe que realizó EcoFemiData sobre dicho sector, se puede ver que el 85,9% de quienes trabajan de forma remunerada realizando trabajo doméstico y de cuidados también realizan estas tareas de forma no paga en su hogar. Asimismo, la mitad de ellas es el principal sostén económico del hogar, lo que conlleva a que la mayoría esté en los estratos de más bajos ingresos en la distribución total.
A su vez, la carencia de aportes para asegurar una jubilación una vez terminado el período de trabajo activo por desarrollarse en el mercado informal o por trabajar sin reconocimiento en sus hogares y comunidades, implica que generar políticas como las moratorias previsionales beneficien en mayor medida a las mujeres. De todas maneras, como cobran el haber mínimo, se evidencia también dentro del universo de jubilados/as una brecha del 17% entre los ingresos: un reflejo de las desigualdades en la edad activa.
La desigual distribución de tareas domésticas y de cuidados que no se pagan, ni se reconocen como un trabajo necesario para la sociedad en su conjunto, implica que las mujeres están trabajando más horas por semana, pero ganando menos que sus pares varones. A su vez, se sigue evidenciando que cobramos menos por hora trabajada. Por todo lo anterior es indispensable que se avance hacia políticas públicas que garanticen los cuidados y logren dar pasos hacia una sociedad más igualitaria.