Por Diego Kozlowski
La ciencia no es igual para todes. Las complicaciones en el embarazo de Serena Williams mostraron que, aún siendo ricas, famosas y deportistas de alto rendimiento, las mujeres negras tienen mayores tasas de mortalidad que las mujeres blancas asociadas al embarazo. Los primeros estudios en vacunas contra el COVID-19 omitieron las alteraciones que éstas generan en el ciclo menstrual. En el campo de la computación, el trabajo de Buolamwini y Gebru mostró como los algoritmos de inteligencia artificial tienen mucha más eficacia en hombres blancos que en negros, y funcionan peor aún en mujeres negras. Quién produce ciencia determina qué ciencia se produce. En esta nota analizamos las publicaciones de millones de autores para entender por qué es importante la diversidad en la ciencia.
La ciencia y la meritocracia
La ciencia es considerada por mucha gente como un ámbito imparcial y objetivo, donde les investigadores más brillantes reciben un mayor reconocimiento por su trabajo. Esto implica que sean más citados en otros artículos académicos, que tengan más financiamiento y cuenten con ventajas en su carrera profesional. Esta idea es quizás incluso más fuerte dentro de la propia comunidad científica, donde muchas veces se considera que la búsqueda de conocimiento rige completamente el proceso, desde la elección del tema de estudio, hasta la evaluación de la calidad de un trabajo.
Según el estudio que publicamos junto a Vincent Larivière, Cassidy Sugimoto y Thema Monroe-White en PNAS, hay evidencia cuantitativa de que existen sesgos raciales y de género en la creación de conocimiento científico. Dicho estudio, que realiza un análisis de 5,4 millones de artículos publicados entre 2008 y 2019 por 1,6 millones de autores de Estados Unidos, cuestiona el carácter aparentemente meritocrático de la ciencia, mostrando el vínculo entre las identidades de quienes escriben, la elección de temas de investigación, y la repercusión que su trabajo tiene en la comunidad científica.
Para esto, inferimos la probable identidad racial y de género de los autores utilizando información censal y los nombres de los primeros autores. Por su parte, el estudio logra dar una imagen a gran escala de la situación de subrepresentación de ciertas identidades en la ciencia, siendo la primera vez que se identifica de forma interseccional la identidad racial y de género de les autores. El estudio reconoce algunos límites: La inferencia automática de la probable identidad de género y racial a partir de los nombres sólo permite identificar género de forma binaria, a la vez que no logra identificar grupos raciales particularmente marginalizados, como los pueblos originarios. Las instituciones de la ciencia, universidades y entes nacionales, deben jugar un rol en la producción de información basada en encuestas directas a quienes investigan, que sean inclusivas de todos los géneros y grupos raciales en cada contexto, sin por ello descuidar la privacidad de las personas. Aunque incipientes, existen avances en dicho sentido por parte de algunas editoriales.
Short on women and too white: faltan mujeres y personas racializadas produciendo conocimiento científico
Los resultados del estudio muestran que, respecto del censo de Estados Unidos, los hombres blancos están altamente sobrerrepresentados en la comunidad científica, mientras que las mujeres, y en particular las latinas y afrodescendientes, están subrepresentadas. Esto quiere decir que el porcentaje de mujeres latinas en ciencia es menor al porcentaje de mujeres latinas en el total de la población. En el análisis racial, los asiáticos constituyen un caso particular, dado que hay un fuerte flujo migratorio desde Asia a los Estados Unidos específicamente para desarrollar una labor científica, por lo que el censo no es un buen parámetro de comparación y no se puede considerar que se trate de una población sobrerrepresentada. La proporción de autores asiáticos en Estados Unidos entre 2008 y 2020 es mucho mayor que la de autores del mismo origen en el mismo período considerando sólo a los residentes.
Por su parte, la distribución de les autores según la identidad racial y de género no es simétrica en todas las disciplinas. La construcción social que impone a las mujeres que deben abocarse a las tareas de reproducción y cuidado, se ve reflejada a nivel de grandes disciplinas, donde las mujeres latinas, afrodescendientes y blancas se encuentran en mayor proporción en disciplinas asociadas a tareas de cuidado, como salud y psicología, mientras que se encuentran particularmente subrepresentadas en disciplinas como la física y la matemática.
Distribución según identidad racial y de género a nivel disciplinas. En azul, aquellas disciplinas en las que un grupo se encuentra subrepresentado en términos relativos, respecto a su participación general. En rojo, aquellas disciplinas en las que un grupo se encuentra relativamente sobrerrepresentado.
El trabajo no se detiene a nivel de las grandes disciplinas, sino que explora los diferentes tópicos de investigación dentro de las ciencias sociales y la salud. Allí, se observa que las personas afrodescendientes publican más artículos sobre la discriminación racial, o la cultura afroamericana, mientras que les latines trabajan en mayor proporción temas relacionados a la migración, la identidad política en las ciencias sociales, y sobre lenguaje y cuerpos latines en salud. Las mujeres suelen publicar más en tópicos relacionados con la violencia de género, la familia y el aprendizaje en las ciencias sociales, y también sobre enfermería y embarazos en salud.
En cuanto a los temas de investigación, entonces, se puede observar que los grupos marginalizados tienden a trabajar en temas relacionados a las problemáticas que observan en sus comunidades. Las personas blancas, sin embargo, presentan una mayor homogeneidad en su distribución entre los diferentes temas de investigación, que no responden necesariamente a una preocupación o necesidad puntual de sus comunidades.
Menor reconocimiento y menos financiamiento: la brecha de género y racial en la ciencia
Los distintos temas de investigación son recibidos de diferente manera dentro de la comunidad científica. Hay temas más populares, cuyos trabajos luego son más citados por otras investigaciones, mientras que los temas considerados ‘de nicho’ reciben poca atención. En muchas ocasiones, quienes investigan son evaluados por el impacto de su investigación de acuerdo a la cantidad de citas que reciben, por lo que aquellos que trabajan en temas de alto impacto tienen más oportunidades de conseguir financiamiento para futuros trabajos y asegurarse una mayor estabilidad laboral.
Este estudio demuestra, que hay una correlación entre la proporción de varones blancos en un tema de investigación, y la repercusión que dicho tema tiene en la comunidad científica. Por su parte, el trabajo también observa que en salud, las mujeres, a pesar de ser mayoría, reciben sistemáticamente menos citas en todos los temas de investigación. Esta brecha en la repercusión de los trabajos tiene su correlato en el financiamiento. Un estudio de 2019 muestra que los temas de investigación de les autores afroamericanos en salud reciben menos financiamiento.
¿De qué nos estamos perdiendo?
El artículo propone un escenario especulativo: ¿cómo sería la producción académica si la población científica fuera como la del censo y las personas racializadas se dedicaran a los mismos temas de investigación de hoy? Es decir, si el porcentaje de personas afroamericanas, asiáticas y latinas en las ciencias fuera igual al porcentaje de estos grupos en la población estadounidense y siguieran trabajando en las mismas cuestiones.
En dicho escenario, habría un 29% más de artículos sobre salud pública, 26% más sobre violencia de género, 25% más sobre ginecología, o un 20% más publicaciones sobre migrantes y minorías. Estos resultados muestran la necesidad de promover temas de investigación históricamente subrepresentados en la ciencia, así como la promoción de autores y autoras que provienen de grupos marginalizados.
Algunas iniciativas tanto institucionales como autogestivas están llevando a cabo acciones en este sentido. Por ejemplo, el Laboratorio de Datos Feministas del MIT elaboró una biblioteca con materiales para que las organizaciones civiles puedan comunicar sus acciones con datos. Proyectos como el 500 women scientists, una red de científicas estadounidenses conformada espontáneamente a partir de una carta abierta a la administración trumpista, también pueden ser inspiradores en este camino.
A su vez, se recalca que esta investigación debe ser complementada con análisis cualitativos, es decir basados en encuestas de menor escala, como los realizados por Leggon, Angela Johnson et al. y Kellie Owens, que focalicen en aquellos grupos que no pueden ser identificados de forma automática utilizando nombres y grandes bases de datos. Esto es necesario para poder dar cuenta de sus necesidades específicas.
Finalmente, las instituciones que evalúan y definen el financiamiento en ciencia deben reconocer la falta de investigación en temas urgentes para las comunidades marginalizadas y realizar políticas activas para incluir a todes en la ciencia. Después de todo, no se puede actuar sobre lo desconocido.