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Entre la aguja y la pantalla

Jul 23, 2024 | Cultura, Notas

Por Helga Mariel Soto

“Que sepa coser, que sepa bordar…” son versos que evocan recuerdos de la infancia, especialmente entre quienes nacimos antes del cambio de milenio. Pero, ¿qué significado hay detrás del saber coser y saber bordar? ¿Son prácticas ancladas en el pasado? ¿Qué queda de las supuestas “labores femeninas” en las redes sociales? Lo que desde el advenimiento del capitalismo fue un requisito fundamental en el repertorio de destrezas de la mujer occidental, ahora parece haberse desvanecido en el trasfondo de la memoria, asociado principalmente a saberes ancestrales y a la figura de las abuelas. No obstante, en la era digital, una forma de transmisión de conocimientos y saberes ha surgido: los videotutoriales. Con este nuevo formato vale la pena preguntarse si hay algo disruptivo en este contenido o si siguen perpetuando las mismas ideas de domesticidad que las formas del pasado. 

El bordado: un oficio sin género

Para poder desandar los cambios sufridos por las técnicas textiles, es importante mencionar a una de las obras que más influyó en el estudio de los textiles en clave de género: The subversive stitch (“La puntada subversiva” en castellano), escrito por Rozskika Parker y publicado en 1989. En este libro, la autora explora las diferentes transformaciones sociales, materiales, técnicas y simbólicas que experimentó el bordado desde la Edad Media tardía hasta el siglo XX, a la vez que descifra su relación con la construcción de lo femenino. Las ideas desarrolladas en esta obra permiten desnaturalizar la relación entre feminidad y prácticas textiles, tanto en el pasado como en el presente. Por lo tanto, varios de sus argumentos pueden ser válidos para pensar los videotutoriales de hoy en día. 

A los fines de llegar a estos nuevos soportes, debemos comenzar por el principio: por cómo se transmitían los conocimientos en la Edad Media. De acuerdo con Parker, el bordado como disciplina y oficio era practicado tanto por hombres como por mujeres. Es decir, no existía una división sexual del trabajo tan pronunciada como la vemos en estos tiempos. Estas prácticas tenían lugar en talleres eclesiásticos y seculares, aunque en estos últimos se realizaban en menor medida. Cuando la producción profesional de estos talleres se volvió más jerarquizada y mercantilizada, las mujeres fueron desplazadas de estos espacios. Pero, para el comienzo de la Edad Moderna, esto cambió profundamente: las diferentes transformaciones sociales y económicas posicionaron a la técnica del bordado como una disciplina doméstica y femenina. 

Las labores de la aguja durante el capitalismo


Este recorrido nos conduce a un suceso importante para la historia del aprendizaje textil: en el siglo XVII surgen las primeras guías de bordado, que llevaban el nombre de “muestrario”. Según explica Parker, los muestrarios estaban especialmente destinados a niñas burguesas a las que se les enseñaba a bordar desde chicas, pues esta tarea era signo de obediencia y paciencia.

Muestrario del siglo XVII – Victoria and Albert Museum


Parker realiza esta investigación para hablar de las jerarquías en el mundo del arte desde una perspectiva feminista. Su trabajo es sumamente importante por el análisis de esta técnica como dispositivo de construcción de la feminidad. A la vez, podríamos trasladar varios de estos puntos de análisis a otras técnicas textiles, como el tejido y la costura, puesto que también cumplieron funciones similares y estuvieron restringidas a un público “femenino”.

A partir del siglo XIX, ya en relaciones económicas capitalistas desarrolladas y en virtud del desarrollo masivo de los textiles y las nuevas facilidades para la confección de la indumentaria, aparecieron libros y revistas con moldes y patrones. Estos mostraban de una manera muy comprensible cómo realizar prendas. Si bien el público ideal eran las mujeres en su totalidad, la concreción de estos proyectos caía en manos de las criadas o trabajadoras asalariadas del hogar. 

La práctica textil era para las mujeres burguesas un elemento más de la performance de la feminidad. Sus bordados y trabajos de costura estaban vinculados más a lo decorativo. Mientras que, por otro lado, las criadas o costureras eran las indicadas en dedicar largas horas a confeccionar prendas. 

En el transcurso del siglo XIX, la feminización del trabajo textil se volvió casi total. En Inglaterra, por ejemplo, el trabajo textil era la segunda ocupación más frecuente entre las mujeres luego del servicio doméstico(1). Respecto a ello, Federici sostiene que en la sociedad capitalista se desarrolla una desigualdad de poder entre hombres y mujeres debido a que el nuevo sistema social no reconoce las tareas de reproducción como fuentes de acumulación de capital. Por el contrario, estas tareas entre las cuales se destacan las actividades textiles son mistificadas y entendidas como parte de la feminidad en un sentido biologicista, invisibilizando así su contribución a la fuerza de trabajo. Esta división sexual del trabajo tiene, además, como uno de sus componentes esenciales la devaluación de la posición social de las mujeres.

Siglo XX: la mujer moderna y la mujer doméstica


Con el correr del tiempo, fueron surgiendo distintos tipos de textos educativos sobre técnicas textiles. Durante el siglo XX, aparecieron múltiples publicaciones dedicadas a “la mujer”, que en general presentaban notas en referencia a los quehaceres del hogar, la cocina, el cuidado de los niños y el arreglo personal. Además, había un especial interés por el trabajo manual y textil, sobre todo durante las décadas del 50’, 60’ y 70’, donde estas revistas “femeninas” tenían segmentos dedicados a estos temas (como el suplemento “Labores” de la revista argentina Vosotras). Allí se encontraban tutoriales para aprender técnicas de bordado, tejido y costura, además de la creación de objetos de pequeña y mediana escala con fines decorativos. Estos proyectos tenían como usuarios ideales al núcleo familiar: sweaters para el marido, sábanas para el bebé y prendas para la mujer.

Suplemento Labores – mediados de la década del 50’

Varios son los factores que contribuyeron a la proliferación de estas publicaciones: las políticas del Estado de Bienestar europeo, la aparición de nuevos métodos de impresión y sobre todo la irrupción del prêt-à-porter (listo para llevar) en la industria de la moda. Gracias a este nuevo método de comercialización, las clases más altas comenzaron a comprar ropa ya lista, mientras que las mujeres de clase trabajadora siguieron la práctica de confeccionarla en el hogar. Además, las prendas eran alteradas, remendadas, lavadas y cuidadas. En un contexto en el que se consumía mucho menos y la ropa duraba más, era imperativo realizar este trabajo, el cual caía invariablemente en manos de las mujeres, al igual que otras actividades comprendidas dentro del trabajo doméstico. 

En Argentina, como señala la historiadora Inés Pérez, también hubo una diversidad del consumo luego de la segunda mitad del siglo XX. En estos circuitos se ponían en juego diferentes representaciones y roles sociales. No alcanzaba tener electrodomésticos para realizar las tareas del hogar, sino que también se requería “un ‘saber hacer’ las tareas de la casa que no podía ser mecanizado y que era, además, una marca de distinción”. Aquí, estas revistas funcionaban como una guía para accionar, demostrando nuevas técnicas, proyectos y también avances tecnológicos, como por ejemplo, la aparición de la máquina de tejer hogareña.

Fue así que el aprendizaje y la práctica de técnicas textiles se convirtió en esta época en una opción laboral extra para las mujeres trabajadoras. La cuestión de clase dividía, en efecto, la actividad doméstica textil: para los estratos más altos era visto como ocio (ocasionalmente como arte); para los más bajos, como una tarea obligatoria o, como dice Georgina Gluzman, “susceptible a ser incorporada a un modelo productivo”. Es decir, para las mujeres de clase trabajadora estas habilidades podían ser capitalizadas en forma de encargos textiles (confeccionar prendas, bordar textiles, tejer, lavar, remendar, etcétera) que realizaban desde sus domicilios. Esto es lo que se conoce también como “coser para afuera”. En esta frase, acaso inocente, queda demarcado claramente que también hay un coser “para adentro”, para las necesidades del hogar, como parte del trabajo doméstico no remunerado y que, por lo tanto, no es nombrado con su propio término. Todos los hogares requerían algún tipo de trabajo textil para su normal funcionamiento, el cual invariablemente caía sobre las mujeres, pero al ser considerado su espacio natural no era entendido como “trabajo”.

La televisión, por su parte, también ejerció un rol didáctico: tuvo sus propios programas y segmentos que reproducían el mismo discurso. En Argentina, el canal más emblemático en abordar estas temáticas fue “Utilísima”, que por más de veinticinco años fue sinónimo de contenido educativo hogareño. Sus programas tenían una clara visión que apuntaba a un público femenino: cubrían disciplinas que se desarrollaban en lo doméstico, entre otros mandatos tradicionales de las mujeres (la maternidad, la belleza, el estilo personal, etcétera). La espectadora de Utilísima era, según Ernesto Sandler, su creador, una mujer que “trabajaba con las manos, era creativa y amaba a su familia”. A la vez, destaca que, mediante Utilísima, las mujeres podían realizar un “ingreso extra”, operando como lo habían hecho las revistas del siglo XX. En definitiva, la intención de Sandler era reivindicar un modelo tradicional de mujer en un contexto de economía neoliberal. 

Ciertamente, el neoliberalismo no solo implicó un modelo de achicamiento del Estado y privatizaciones, sino que además puso la lupa en el individualismo a través de la “realización personal y privada”. En particular, en las mujeres se reforzó la idea de emancipación mediante el trabajo asalariado y el consumo. Por lo tanto, este “ingreso extra” mencionado por Sandler podía funcionar como una puerta de entrada al mercado laboral. De esta manera, tomaron mayor dimensión los roles tradicionales de género, especialmente en lo relativo al modelo de belleza hegemónico, apoyado en la reciente industria de la cirugía plástica.

En lo específico del caso argentino, luego de los primeros años de “destape”, propios de la vuelta de la democracia, se hizo sentir en el ámbito cultural la ola conservadora que provenía del Norte global. Se suma a esto el hecho de que parte de la fuerza colectiva del feminismo a nivel global había perdido su fuerza por su proceso de institucionalización. 

En la actualidad, notamos que los videotutoriales heredaron mucho de la estética y la línea editorial de Utilísima: el uso de los planos picados y cenitales, novedades para la época, son ahora indispensables en cualquier video tutorial. Asimismo, la presentación de “¡Hola! Hoy te voy a mostrar cómo hacer…”, que aparece constantemente en los videos de redes sociales, es también tomada del lenguaje de programas como los de Utilísima. Al utilizar este estilo de cercanía y confianza se refuerza el mecanismo de transmisión de saberes entre mujeres y, sobre todo, entre diferentes generaciones. Se produce así un tipo de intercambio que se ha manifestado históricamente en las diversas instancias de aprendizaje, tanto en el hogar como en las escuelas o mediante la televisión misma.

Hoy, el espacio inherente a los tutoriales textiles son las redes sociales: pueden ubicarse en Youtube, Instagram y también en Tik Tok. Por lo general, se trata de videos cortos que apuntan a enseñar a bordar, a coser, a tejer o a manipular textiles a los fines de obtener algún producto final. En estos tutoriales, uno de los términos que se repite con mayor frecuencia es “DIY” o “Do it Yourself” (“Hacelo vos mismo”, en castellano). Esta sigla tiene una rica historia, cuyo origen se remonta a los períodos de austeridad (como la Crisis de 1939 o las Guerras Mundiales), pero que luego fue absorbida por el estilo de vida suburbano. 

En los años 70’, el concepto de “DIY” tomó un significado fuertemente político en el contexto del movimiento punk. La idea del “Hacelo vos mismo” representaba una postura antisistema y anticapitalista. Este fenómeno también influyó en los colectivos antirracistas y feministas de la época, que han adoptado algunas de estas técnicas como herramienta de comunicación, aunque sin limitarse a la materialidad textil. Si bien la relación punk-DIY tuvo como mayores exponentes a músicos, artistas y diseñadores británicos (como Vivienne Westwood), este fenómeno estético-político tuvo sus ecos en Argentina luego de la última dictadura militar. 

Tejiendo Feminismos  – Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries 2019

Esto también es prevalente en los feminismos de los 60’, 70’, 80’ y los de la actualidad, que han utilizado diversas técnicas manuales como herramientas de comunicación y lucha. Las labores textiles, sobre todo, han sido revalorizadas y reapropiadas para aportar un nuevo significado a prácticas antes devaluadas. En la Argentina, esto se vio claramente en diversos escenarios, como con la aparición del arte textil en la muestra Mitominas, pero también en el uso del tejido en la militancia por la IVE de Tejiendo Feminismos. Aun así, los ejemplos más paradigmáticos son claramente los pañuelos de Madres de Plaza de Mayo (originalmente los pañales de tela de sus hijos con inscripciones bordadas) y el pañuelo verde, que trascendió las fronteras nacionales para convertirse en un símbolo mundial por los derechos sexuales y reproductivos. 

Tanto el término como el concepto de DIY han aparecido y desaparecido de las prácticas manuales. En algunos casos, esto ha generado la importancia de crear y producir fuera de la cultura del consumismo en tanto postura política; en otros, vaciado de contenido contracultural y usado como sinónimo de cualquier tarea manual artesanal. En nuestro país, una de sus más conocidas manifestaciones es la de “Hágalo usted misma”, que fue de los programas más longevos y exitosos de Utilísima. Aún así, en las redes sociales, pervive como uno de los hashtags más utilizados para señalizar el contenido de labores manuales.

Las labores textiles en disputa

Otra de las características que se observa en estos proyectos es la de una importancia muy marcada en la cualidad de sostenibilidad. Este interés responde a las preocupaciones acerca de las actuales condiciones de producción de la indumentaria, toda vez que la industria textil ocupa un lugar muy importante dentro de la economía global, en donde las prendas que se producen son cada vez más descartables, generando grandes cantidades de desechos. Por otra parte, se trata de un rubro sumamente explotador y feminizado, que genera gran rédito económico, a la vez que sus trabajadoras se encuentran en situación de pobreza. Según la Organización Internacional del Trabajo, cerca del 60% de los trabajadores textiles del mundo son mujeres, llegando a un 80% en algunas regiones del sudeste asiático. La Campaña Clean Clothes, por su parte, registra que se les paga entre dos y cinco veces menos de lo necesario para cubrir las necesidades básicas.

Argentina no es la excepción en este rubro. Si bien hubo variaciones en torno a la feminización del área, las mujeres siguen siendo mayoritarias. Además, la industria de la confección presenta el mayor porcentaje de trabajadores migrantes (cerca de un 15%) al tiempo que, según indica Fundar, cerca del 70% se encuentran en situación informal. 

En respuesta a eso surge la economía circular, posicionada como una de las alternativas al modelo actual de producción, buscando reducir los impactos negativos en lo económico, social y ambiental. Se trata de un ciclo de desarrollo positivo continuo, donde tanto las prendas como los textiles mantienen su utilidad el mayor tiempo posible, tratando de evitar que terminen como desechos. Por ese motivo, en estos tutoriales hay un fuerte hincapié en la reutilización de materiales en desuso. Por ejemplo, hay videos que invitan a repensar el consumo reciclando prendas nuevas que enseñan cómo teñir con sobrantes de vegetales.

Sin embargo, persisten todavía algunas de las lógicas de las revistas de labores. Estos videotutoriales son discursos que aún acarrean nociones tradicionales sobre el hacer, los textiles y el trabajo doméstico. La gran mayoría son protagonizados por mujeres o identidades feminizadas, y casi la totalidad de los proyectos enseñados se relacionan con el hogar o la indumentaria. De todas maneras, también ha crecido la participación femenina en tutoriales de otras temáticas relacionadas a las mejoras del hogar, como pintura de pisos y paredes o arreglos sencillos de artefactos del hogar. Esto demuestra cómo las mujeres han ido conquistando espacios tradicionalmente masculinos.

Es interesante advertir que no todos los tutoriales siguen el mismo nivel de dificultad: algunos parecen estar dirigidos a personas que ya tienen conocimientos textiles, por lo tanto pasan de largo cuestiones técnicas muy básicas o proponen proyectos complejos. A su vez,  existen tutoriales que asumen que del otro lado hay un vacío de conocimiento, propio de las nuevas formas de construcción de la feminidad. Para estos casos, las usuarias enseñan a usar un enhebrador, a afilar unas tijeras, entre otras tareas muy sencillas. Esto es sumamente relevante cuando recordamos que hace años que las mujeres no contamos con una formación obligatoria en labores, algo habitual para aquellas que cursaron sus estudios primarios y secundarios cuando los colegios aún no eran mixtos.

Como se mencionó antes, hay una constante interpelación al espectador con frases tomadas de los programas televisivos y se les habla en segunda persona del singular o del plural. De hecho, al final de estos videos suele aparecer una “llamada a la acción”, que es lo que invita al espectador a seguir la cuenta o a comentar la publicación: “Si te copan estas ideas, seguime…”.

Así como sucedía con las publicaciones del siglo XX, la cuestión económica resuena en este contenido educativo-textil: en algunos casos, se destaca que el costo de los materiales a usar serán baratos; en  otros, se enseña a copiar modelos que están en tendencia y cuyos precios son muy elevados. En el extremo opuesto a esto, el imperativo de “estar a la moda” posee otra faceta.  De este modo, aparecen ejemplos que buscan mostrar la personalización de prendas usando estampados, intervenciones textiles, que sugieren una búsqueda de unicidad e individualización. En definitiva, contra una lógica de fabricación en serie que torna difícil diferenciarse a la hora de vestirse, hay una nueva preocupación por hacerse la ropa unx mismx. En ese sentido, el cuerpo femenino va a ser protagonista de estos videos, ya que sirve a los efectos de enseñar a tomar medidas.

En la larga genealogía de los tutoriales textiles, hoy los videos toman un nuevo significado híbrido: por un lado están asociados a la sostenibilidad y a una posición subversiva y antisistema, pero otros también revalorizan el espacio doméstico y las prácticas individuales. Ambos fenómenos merecen mayor atención, ya que es imposible pensar en verdaderas soluciones a los problemas del descarte textil desde las acciones únicamente personales. Además, frente a la renovada reacción conservadora, realzar lo doméstico y lo tradicionalmente femenino pueden hacernos caer fácilmente en esencialismos binarios. Con respecto a esto último, podemos ver sus manifestaciones en el movimiento tradwife, en el que mediante videos perfectamente grabados y editados en Tik Tok e Instagram, se estetizan y romantizan las tareas domésticas.

En definitiva, se observa que hace varios años que hay un renovado interés por las técnicas textiles, por enseñarlas y aprenderlas, movilizado por razones económicas y sociales (nuevo paradigma de sostenibilidad, crisis y falta de recursos, entre otros). La pregunta que surge es quizá: ¿cómo recuperar estos saberes centenarios sin reproducir roles de género tradicionales? En un contexto en el que no han desaparecido los espacios generizados en estos oficios, podemos pensar que es el momento de producir nuevos espacios y discursos sobre el mundo textil. Si bien las prácticas textiles pueden ser individuales, como se ha mencionado antes, ha habido muchos proyectos colectivos que llevaron estas técnicas a las luchas sociales. Hacer algo unx mismx puede ser una posición política, pero qué mejor que pasar del “Hágalo usted misma” a “hacerlo con otrxs”.

 

 

Notas:

(1):  Pat Hudson – BBC

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