Apenas asumido, el gobierno plantea medidas autoritarias que profundizan la pobreza y la desigualdad. Cómo queda la agenda de género
Terminamos el año con Javier Milei como presidente, quien, a 10 días de su asunción, anunció, además de un protocolo que busca limitar la protesta social entre amenazas y represión, un “decretazo” que incluyó la derogación de 366 leyes. Ahora se suma el proyecto de ley que busca profundizar un cambio estructural de las políticas públicas modificando más de 600 artículos, lo que implica una transformación de la economía argentina similar a los tiempos de Martínez de Hoz, cuyas consecuencias seguimos pagando.
Más allá de la inconstitucionalidad del DNU y de las aspiraciones autoritarias del proyecto de ley, que pone al Poder Ejecutivo por encima del Poder Legislativo, la dirección de las políticas son el ajuste y la austeridad, recetas que se probaron derrotadas en nuestra historia pero que esta vez, aspiran a cambiar también el sendero de desarrollo de nuestro país.
A lo largo de la campaña electoral, vimos cómo se borró de la agenda a los feminismos. Desde distintos espacios políticos se nos señaló con el dedo como “piantavotos” y, sin dudas, se ha elegido a los feminismos como los responsables de las consecuencias de las políticas económicas (o la falta de ellas) de estos últimos años. Se fue creando así la narrativa de que la lucha por el acceso a la igualdad de género implica una contradicción con la estabilidad económica y no, justamente, como una forma de generar economías más sostenibles e igualitarias.
Desde Ecofeminita, venimos sosteniendo que las crisis económicas tienen un efecto diferenciado entre los géneros, pero no porque hay que sacrificar a unas por otros, sino porque es fundamental saber qué es lo que ocurre en dichas crisis para tener mayores herramientas que permitan enfrentarlas y superarlas. Las mujeres son mayoría entre las personas que menos ingresos tienen, y son las mujeres pobres las que están a cargo, más veces solas que acompañadas (y muchas veces acompañadas de otras mujeres), del más del 60% de los niños que se encuentran bajo la línea de la pobreza. Mejorar estos indicadores requiera de una perspectiva feminista.
La pobreza es mucho más que un tema coyuntural, no es sólo un problema en las cuentas nacionales que hay que corregir sin tener en cuenta sus efectos en términos de clase, género y etnia. La pobreza es un problema estructural arraigado que deja secuelas a largo plazo e incluso es un límite para la prosperidad y estabilidad económica. La malnutrición infantil, por ejemplo, tiene impactos que van más allá del presente, afectando gravemente el futuro de esos niños. La falta de oportunidades para las madres solteras implica infancias que crecerán en la pobreza.
Pretender que la única solución sea empobreciendo aún más a aquellos que ya se encuentran en situaciones precarias es contradictorio. No podemos justificar medidas actuales que sacrifican el bienestar de los que menos tienen en aras de una supuesta prosperidad futura derivada de políticas económicas, como lo quieren manifestar los nuevos gobernantes. La verdadera erradicación de la pobreza no se logra perpetuando el ciclo de desventaja, sino mediante estrategias integrales que aborden las raíces profundas de la desigualdad y ofrezcan oportunidades genuinas sobre todo para las y los más desfavorecidos.
Si bien el gobierno arranca cada discurso y fundamenta el DNU y su pedido de atribuciones extraordinarias en el grave contexto económico, no genera ninguna política que pueda resolver los mismos. En todo caso, con la disparada de la inflación en el último mes del año, gracias a la duplicación del precio del dólar y la desregulación de los precios sensibles como la nafta, y los aumentos que vienen de las prepagas y tarifas, profundiza los problemas y las desigualdades de nuestro país. En un contexto donde los salarios vienen cayendo desde hace más de 6 años, pretender que el ajuste tenga que financiarse con más hambre de la que hay no sólo es cruel, también es injusto, antidemocrático y poco eficiente.
En nuestro balance del año pasado, vimos con preocupación que no se instalara una agenda de cuidados para plantear soluciones que construyan una sociedad más inclusiva.
Planteamos que al fenómeno del pluriempleo y trabajadores y trabajadoras pobres se le responde con la creación de un verdadero sistema integral de cuidados que genere trabajos de calidad y que garantice materialmente el derecho al cuidado.
Creemos que en este contexto todo será más difícil, pero nos parece importante mencionar que no podemos dejar de lado todo lo que hemos construido hasta acá. Desde la irrupción del #NiUnaMenos en 2015, hemos conquistado una serie de derechos y avances en materia de igualdad de género porque los feminismos salieron a las calles y se hicieron oír. Es decir, no estamos en “foja cero”, hemos logrado construir alianzas, redes, y espacios de solidaridad que trajeron cambios que llegaron para quedarse y que hay que seguir defendiendo y resistiendo.
La asunción de Javier Milei como presidente de Argentina representa un desafío para los movimientos feministas y sociales. Ahora, más que nunca, se hace imprescindible unir fuerzas y resistir cualquier intento de vulnerar los logros alcanzados, pero también profundizar los esfuerzos, las investigaciones y las propuestas alternativas en la búsqueda de una sociedad más justa e igualitaria para todos, todas y todes. «