Cada 28 de agosto se conmemora el Día de la Ancianidad en Argentina. La fecha nació en 1948, cuando se incluyeron varios ejes en la reforma constitucional dedicados a ese sector de la población: derecho a la asistencia, a la vivienda, a la alimentación, al vestido, al cuidado de la salud física, de la salud moral, al esparcimiento, al trabajo, a la expansión y al respeto.
Luego de 74 años de esta iniciativa encontramos que las personas mayores aún enfrentan una situación de abandono social y precariedad económica, que se suma a la desigualdad de género existente también en este grupo poblacional.
Más pobres
Según informó el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), el precio de la Canasta Básica Alimentaria aumentó 6,3% en julio, por lo que por que un grupo familiar necesitó contar con ingresos por $111.297 para no caer debajo de la línea de la pobreza; mientras tanto, las y los jubilados que cobran la mínima, y son casi la mitad del universo de jubiladxs, percibirán a partir de septiembre $50.353.
Esto muestra la situación de bajos ingresos que perciben la mayor parte de las y los jubilados, pero, a su vez, si sumamos la situación de las jubiladas en relación a sus compañeros varones vemos que aparece nuevamente una brecha de género, donde las mujeres se encuentran en una situación de mayor vulneración económica. Según destaca Ecofemidata, existe una brecha del 13% entre las jubilaciones promedio que perciben las mujeres y los varones.
Más precarizadas
La vejez aparece como un fenómeno femenino. Según el último dossier creado por el INDEC, en 2010 entre los niños y niñas de 5 a 9 años se registraron 97 mujeres por cada 100 varones. En cambio, entre los adultos de 60 a 64 años, había 113 mujeres cada 100 varones. Esto se relaciona también con que la esperanza de vida de las mujeres es casi siete años superior a la de los hombres en América Latina, según el libro Envejecimiento, personas mayores y Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de Sandra Huenchuan.
Al hablar de mujeres mayores se las considera como “abuelas”, asumiendo a la mujer en el rol como madre, ligada a la idea de hogar y asumida a partir del rol de cuidadora. Esto implica un trabajo invisibilizado y no remunerado, que se vio incrementado durante el período de pandemia, donde muchos chicxs se quedaron en sus casas. En muchos casos las personas mayores son las que necesitan los cuidados, y también son mujeres las que están a cargo: en nuestra región las mujeres realizan 55 de cada 100 horas de cuidado de adultas mayores.
Feminismo para todas
Hace unos meses junto a OXFAM creamos la campaña “Nos une el cuidado”, donde hablamos sobre la importancia de reconocer estos trabajos de cuidado, es decir identificarlo como el trabajo que permite la sostenibilidad de la vida y plantear alternativas de ingreso, como la profesionalización de los cuidados. A su vez es importante su reducción, es decir la provisión mediante servicios públicos de cuidado de acceso universal como sistemas sólidos de salud, jardines materno paternales, casas de cuidado de personas adultas mayores, centros de cuidado especializado.
Para eso es importante luchar contra el desconocimiento que existe por ese sector de la población y la discriminación, lo que se conoce como edadismo. Como resalta el escrito: “Es fundamental también trascender la visión convencional de que la vejez es una etapa puramente de dependencia y considerar a los cuidados como procesos que permiten y sustentan la autonomía de las personas el mayor tiempo posible. Esta concepción lleva a plantear la necesidad de inversiones que posibiliten la vivencia y el establecimiento de la vejez activa, y sociedades que se transforman para adaptarse a poblaciones longevas atendiendo las necesidades y derechos de quienes permanecen trabajando por más tiempo y reconocer los derechos de quienes dejan de participar en el mercado laboral”.
Las adultas mayores son sujetos de derechos; por eso, el gerofeminismo propone defender los derechos de las mujeres y diversidades en la vejez, y derribar los estereotipos sociales y culturales que heredamos y con los que crecimos. En el Día de la Ancianidad creemos muy importante resaltar estas desigualdades, para así apostar por el cuestionamiento de la cultura gerontofóbica, la revalorización de la vejez con una mirada inclusiva y de género y la construcción de una sociedad más igualitaria.