Por Iliana Álvarez
El informe “Organización Social de los Cuidados a la luz del COVID-19 en América Latina y el Caribe” recorre las condiciones en las que los países en la región organizan el cuidado socialmente y recoge los principales e iniciales impactos de la pandemia.
Si bien la crisis sanitaria continúa e incluso en la región se está atravesando una segunda ola de contagios que traerá nuevos impactos en la organización social del cuidado y en las condiciones de vida de su población, este documento da cuenta de las principales iniciativas de los estados y la situación estructural de desigualdad de género de Latinoamérica y el Caribe.
Las mujeres son las que cargan principalmente con las tareas de cuidado garantizando la comida, la vestimenta, el cuidado de las infancias, los adultos mayores, personas discapacitadas y enfermas. Estas actividades implican una jornada de trabajo no paga que se realiza principalmente dentro del hogar. El trabajo doméstico y de cuidados consume tiempo que las mujeres podrían destinar a un trabajo remunerado, a formarse o incluso tener espacios de esparcimientos personales. Se genera entonces una brecha de tiempo disponible respecto a los varones, quienes en promedio participan en menor medida en el cuidado. Esta brecha de tiempos se reproduce incluso entre las niñas y los niños, lo que nos plantea interrogantes sobre la forma de crianza que tenemos para las próximas generaciones.
Las brechas de tiempo generan un círculo vicioso para el desarrollo de las mujeres en la economía monetaria, que, a su vez, está plagado de desventajas sistemáticas como la exclusión del sistema educativo y posteriores dificultades de inserción al mercado laboral. Asimismo, las mujeres se emplean mayoritariamente en sectores productivos relacionados al cuidado intensivo que perpetúan roles de cuidadoras y que ante la falta de reconocimiento y valorización se caracterizan por bajas remuneraciones.
De esta manera, se observa una feminización de la pobreza que se evidencia en una sobrerrepresentación femenina en los grupos poblacionales de menores ingresos. Al mismo tiempo se observa una masculinización de la riqueza: los varones son mayoría entre los más ricos de la región.
La disparidad entre hombres y mujeres es clara en todos los niveles de ingreso, pero se incrementa en los grupos poblacionales más vulnerados económicamente.
La crisis sanitaria global plantea un escenario sin precedentes que revela la incapacidad del sistema capitalista para dar respuesta al paro productivo en medio de las desigualdades económicas y sociales.
Las restricciones de movilidad, el cierre de espacios como escuelas y clubes y la intensificación de la desinfección y la limpieza para la protección frente al virus implican mayores cargas de tareas domésticas y de cuidados, que recayeron principalmente en las mujeres. En este sentido, se ha estimado que la crisis sanitaria en su punto más alto generó un paso de dobles a triples jornadas de trabajo para las mujeres de la región.
Podes ver la investigación completa acá.