Por Florencia Tundis
La teoría de cine feminista analiza las narrativas audiovisuales desde una perspectiva de género; estudia como están construidas las historias y los personajes y como están conformados los equipos audiovisuales. Quienes escriben los guiones y quienes realizan las historias, ponen en ese acto sus ideas sobre el mundo y como lo representan. La ficción es ficción, pero quienes construyen los relatos audiovisuales deciden no solo la historia y el desarrollo de sus protagonistas, sino los encuadres de la cámara, los planos a filmar, qué enfocar y qué no, la luz y cómo iluminar, quien es “el malo” y quién “el bueno” de una película y eligen a les interpretes de los papeles. Esta elección determina los cuerpos, las identidades y los géneros que vemos en pantalla. Como se los filma, refuerza estereotipos o los desarma.
El cine feminista no solo cuestiona los personajes femeninos, las historias de mujeres y la representación de estas; también pone el ojo en como son retratades lesbianas, gay, bisexuales, transexuales, no binaries y toda persona que se salga del canon del varon hegemónico (cis, heterosexual, blanco, propietario, profesional). Al igual que la economía feminista, los análisis cinematográficos se encuentran con problemas a la hora de salirse del binarismo metodológico porque hay muy pocas estadísticas que salgan de las identidades varón y mujer. Existen pocos informes sobre el porcentaje de mujeres delante y detrás de cámara y es más difícil aún encontrar información sobre la representación LGBT audiovisual.
La representación LGBT+ en números
En Argentina hay que remontarse al año 2016, cuando un pastiche realizó un informe sobre las 10 películas nacionales aptas para menores de 13 años, más vistas a nivel nacional, estrenadas entre enero de 2010 y mayo de 2013. Este estudio determinó que las personas con orientaciones sexuales o identidades de género diversas están subrepresentadas en el cine argentino. Solamente 1% de los personajes femeninos y 2,3% de los masculinos aparece como expresamente homosexual, y se muestra a una sola mujer transgénero, interpretada por un actor varón cis. No se encontró ningún personaje bisexual. A su vez, el informe aclara que “la población LGBTTI de Argentina, según la estimación de Out Now, representa alrededor del 6% de la población adulta y, en la generación millenial (entre 18-35 años), se supone un número sea más grande. Por lo que el cine argentino masivo falla en la inclusión proporcional de la comunidad LGBT+”. Por su parte, no hay información sobre personas LGBT+ detrás de cámara en el cine Argentino.
En Estados Unidos, donde hay muchas más instituciones que se dedican a analizar la industria cinematográfica y los medios, como el Geena Davis Intitute on Gender in Media o la ANNENBERG INCLUSION INITIATIVE, existen numerosos informes que también señalan una subrepresentación de la comunidad: con una población LGBT+ estadounidense estimada en 4,5%, los personajes con diálogo pertenecientes a la comunidad son del 1,3%. Este estudio se realizó sobre las 1200 películas más populares estrenadas en Estados Unidos entre 2007 y 2018. Además, hay que tener en cuenta que el porcentaje de población LGBT+ siempre está subestimado ya que hay gente que o todavía no se reconoce como parte de o no lo expresa públicamente.
La narrativa importa
Por su parte, hay que analizar no solo el porcentaje de representación de las diversidades en pantalla, sino también cómo son estas representadas. Las películas y series se retroalimentan con la realidad y nutren el imaginario popular, además de que le permiten a les espectadores identificarse, para bien o para mal. Para personas que están creciendo y reconociendo su género u orientación, contar con personajes que no sean trágicos o malvados ayuda a tener una identificación positiva. Algunos de los estereotipos LGBT+ fílmicos históricos mas comunes son el personaje gay como comic releaf (es decir, que aporta comicidad al personaje principal), la “marica mala”, que envidia y compite con mujeres, y la mujer travesti o trans como villana.
Asimismo, el estereotipo que rodea a todo el espectro es el del sufrimiento o la falta de un “final feliz”. Como bien resume este video de The Take, ya sean criminales, villanes, hiper sexuales, o almas en pena, lo más típico para un personaje queer es tener un final triste. En muchos casos se romantiza el suicidio de estos personajes o su única línea narrativa es la vida sufrida que les toca atravesar. Estas narrativas llevan a pensar que las vivencias queer sólo pueden ser angustiantes. Ejemplos emblemáticos sobran: las protagonistas de The Children´s Hour (1961), Tom Hanks en Philadelphia (1993), Hillary Swank en Boys dont cry (1999), Jake Gyllehaal y Heath Ledger en Brokeback Mountain (2005), el protagonista de The Perks of being a Wildflower (2012) y muchas otras más. Hasta existe una página que hace el conteo de muertes de personajes LGBT en ficciones: Does the LGBT person dies?.
Si bien es crucial que exista filmografía que cuente historias diversas, donde muchas pueden llegar a no ser fáciles, también es necesario ver parejas queers con final feliz, personajes trans que puedan vivir una vida no trágica y, sobre todo, personajes lgbt donde ser queer no sea su única dimensionalidad en la narrativa, sino una característica más. Es decir, que sean personajes multidimensionales y con una narrativa propia, no simplemente “el amigo gay”.
Sin embargo, a pesar de la pobre y poca representación de personajes LGBT+ a lo largo de la historia cinematográfica, existen variedad de películas con narrativas que tienen perspectiva de género, con personajes queer multidimensionales y realizadas por directores y directoras que pertenecen abiertamente a la comunidad. A continuación, diez películas para ver y analizar en este mes internacional del Orgullo y no olvidar que el cine queer existe y resiste.
Diez películas queer para ver en el mes del orgullo
Go Fish (1994) de Rose Troche. Película de culto indie escrita y protagonizada por lesbianas. Max es una joven veinteañera que hace más de 10 meses que no sale con nadie y que sus amigas intentan emparentar con Ely, una hippie treintañera y más bien introvertida. La película es un manifiesto sobre las relaciones lésbicas, donde las protagonistas y su grupo de amigas discuten acerca de los diferentes estereotipos de la comunidad y cuales son los límites de «pertenecer».
The Watermelon Woman (1996), de Cheryl Dunye: película que sigue la vida de una mujer que trabaja en un videoclub y trata de hacer un documental sobre una actriz afroamericana de los años 30´. Cheryl Dunye escribe, dirige, edita y protagoniza esta comedia romántica que fue un hito dentro del Nuevo Cine Queer por ser el primer largometraje hecho por una mujer afroamericana lesbiana.
But I’m a Cheerleader (1999), de Jamie Babbit. Película que se burla con inteligencia y humor de la terapia de conversión para homosexuales, de los estereotipos de género que se esperan de varones y mujeres y de los cliches cinematográficos de las personas queer. Pese a tener 22 años no envejeció ni uno solo.
Un puto inolvidable (2018), de Lucas Santa Ana. Documental sobre la vida de Carlos Jáuregui, Activista por los derechos LGBT+ que como presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), luchó por la visibilidad de los gays y lesbianas en materia de derechos humanos y fue uno de los impulsores de la primera Marcha del Orgullo LGBTIQ en la Argentina. Se puede gratis ver en cinear play.
Las Hijas del Fuego (2018), de Albertina Carri. Película que cae bajo la categoría de soft porn lésbico, donde una pareja de mujeres viaja por el sur argentino con el objetivo de filmar una porno. Carri es una de las máximas exponentes del Nuevo Cine Argentino y reconocida militante por los derechos humanos y LGBT.
Retrato de una mujer en llamas (2019), de Celine Sciamma. Romance lésbico situado en la Francia de 1770. Su directora, Celine Ciamma, no es nueva en la tarea de filmar historias queers, destacándose las películas Water Lilies (2007) y Tomboy (2011).
Dolor y Gloria (2019) de Pedro Almodovar. Salvador Mallo, un director de cine en el ocaso de su carrera, rememora su vida desde que, en la década de 1960, siendo un niño, sus padres se mudaron a Paterna, un pueblo de la provincia de Valencia, en busca de un futuro mejor. Si bien no es 100% autobiográfica, es una de las películas más personales de Almodóvar.
Disclosure (2020), de Sam Feder. Documental sobre la (mala) representación trans en Hollywood, que retrata por qué es importante que los personajes trans sean interpretados por personas trans. Se hace un repaso de la filmografía trans de Hollywood, haciéndonos repensar a nosotrxs mismxs de cómo tomamos naturalmente películas con un mal abordaje de la comunidad trans, y cómo esta representación puede afectar en la vida real de estas personas. Su director, Sam Feder, es un varón trans.
Las mil y una (2021), de Clarisa Navas. Iris conoce a Renata, una joven que después de haber sido expulsada de la escuela pasa su tiempo deambulando por un vecindario en decadencia y con la compañía de dos primos, uno de ellos abiertamente homosexual. Se puede ver en Netflix.
Matar a la Bestia (2022), de Agustina San Martin. Opera prima de una joven directora argentina que pasó por varios festivales internacionales y actualmente se puede ver los sábados en el cine del Malba. La directora la define como un “coming of age gótico queer”.