Por Micaela Fernández Erlauer
Decir que la pandemia afectó la forma en que varones y mujeres se desenvuelven en el mercado laboral no es novedad. Lo que sí es notable es que, con la vuelta a la normalidad en muchos espacios de la vida cotidiana, no todas las dimensiones regresaron a los niveles pre pandemia en 2021. Al contrario, muchas incluso empeoraron. La feminización de la pobreza es mayor hoy que lo que fue en 2020 y lo que era en 2019.
El parate de la pandemia
En julio del 2021, con más de un año recorrido con restricciones sanitarias, las actividades y encuentros sociales funcionaban aún con aforo, el teletrabajo era una realidad para muchas ocupaciones y en los espacios de trabajo presencial las personas no podían acercarse a menos de 2 metros. De ahí y por 3 meses se recabaron los datos que alimentan la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC que nos permite comparar cómo fue evolucionando la desigualdad entre 2020 y 2021, dos años signados por la pandemia COVID-19.
En los números de la pandemia recogimos cómo la llegada del coronavirus y las restricciones sanitarias impactaron diferencialmente en mujeres y varones. Allí, recuperamos los efectos que existieron tanto en el mercado de trabajo como en los arreglos de cuidado: las tasas de actividad y empleo se contrajeron fuertemente, la desocupación alcanzó un máximo histórico y fueron lxs trabajadorxs en situación de informalidad quienes más sintieron el impacto. Sumado a ello, vimos que la carga de trabajo doméstico y de cuidados no remunerados se intensificó y continuó pesando más sobre los hombros de las mujeres. Llama la atención, o no, que la caída en las horas remuneradas trabajadas por los varones no se condice con un incremento en su participación en las tareas del hogar: el 73% de las personas que llevaban a cabo estas tareas seguían siendo mujeres.
La recuperación económica: una de cal y una de arena
Ahora bien, ¿cómo se desarrolló la famosa “recuperación de la actividad económica” en 2021?
Evolución de tasas básicas por sexo, 2019-2022.Fuente: Ecofemidata (2019-2022)
Podemos ver que tanto la tasa de actividad como la de empleo se incrementan para ambos sexos. Los varones empleados vuelven a los niveles pre-pandémicos, con el 63,7% de ellos empleados, un porcentaje que era de 64% en 2019. Casi igual. En el caso de las mujeres se llega a una proporción récord, superando las cifras de 2019 y de 2020 con el 50%. No es casualidad que durante este trimestre se haya dispuesto la presencialidad total en las instituciones educativas del país, algo que permitió liberar tiempo de cuidados dentro de los hogares.
Sobre el último trimestre del año pasado, se puede adelantar con los informes del INDEC que se cerró con una baja general de la desocupación, alcanzando el 7,7% en el caso de las mujeres y 6,4% en el caso de los varones. Se sigue observando que esta problemática afecta a las mujeres con mayor intensidad aunque se ve una recuperación significativa para ambos géneros.
Ahora bien, ¿cuáles son las condiciones en las que se está desarrollando dicha participación más igualitaria? ¿Se hace con una mejor distribución de los trabajos de cuidados no pagos? ¿Implica jornadas más intensas? ¿Se debe acaso a una caída en los ingresos de los hogares que deben ser compensados? Hacerse estas preguntas es necesario si se quiere avanzar hacia una igualdad real.
El lado B del mercado laboral
El 9 de abril visibilizamos el #DíaDelPagoIgualitario porque las mujeres tienen que trabajar 1 año y 3 meses para ganar lo mismo que sus pares varones en 1 año. En 2020, la brecha para asalariadas/os era de 21,6%, debido a que el ingreso promedio cayó fuertemente para ambos grupos y más para varones. En 2021, la brecha volvió a ubicarse en el 26% que se observaba en la pre-pandemia.
El indicador que definitivamente empeoró en cuanto a la desagregación por sexo después de la pandemia fue la distribución del ingreso individual. En 2019 el 66% del decil más bajo de ingreso eran mujeres. En 2020, la reducción de los ingresos de los varones “emparejó” levemente la distribución, pasando a 63%. Dicho decil en 2021 continúa estando feminizado, pero ahora con un 70% de mujeres que lo componen. Las mujeres salieron más empobrecidas de la pandemia. Esta creciente feminización de la pobreza nos convoca a pensar más a fondo en las características particulares de la recuperación económica. Los indicadores son reflejos de una realidad compleja en dónde las mujeres siguen siendo las más afectadas por las crisis.
El problema es estructural, multicausal y se reproduce en todos los ámbitos. Además de mejoras urgentes en la calidad de empleo, es necesario abordar la recuperación con perspectiva de género desde otros frentes. Por ejemplo, mecanismos focalizados de transferencias de ingresos o mayor inversión en la oferta de cuidados, que les permita a las mujeres destinar más horas a su formación, empleo y ocio.
Para ver el informe completo podés ir a este enlace.