Por Nora Díaz
Muchas de nosotras llegamos a un momento en la vida en el cual nos damos cuenta que nos resulta caro cumplir el mandato social de constituir una familia: postergar los anhelos de desarrollo personal y laboral, mientras sostenemos la exitosa carreradel hombre que nos acompaña. Si esa sociedad se rompe, aunque la ley nos otorgue la mitad de los bienes, la desigualdad queda al descubierto ¿cómo sostener el nivel de vida con un trabajo peor remunerado, o cómo buscar trabajo sin otra experiencia laboral que las tareas domésticas y de cuidado? El precio de vivir nuestra propia vida seguirá siendo renunciar, en este caso, a algunas comodidades que con los años habíamos obtenido.
Mi historia personal refleja claramente esta situación. Me casé a los 21 años, sin haber concluido la carrera universitaria. En ese momento tenía aprobadas 20 materias en tres años de cursado. Las restantes 13 me llevaron casi 5 años. Siempre había sido buena estudiante, pero un día me encontré pensando en clase que…¡No había hecho compras para la cena! Entonces, mi mente se ocupó más en hacer una lista de víveres que en las ecuaciones de análisis matemático. De pronto me di cuenta que el cúmulo de obligaciones (también trabajaba) no me permitiría ya ser “una brillante alumna” y probablemente tampoco fuera tan exitosa en mi trabajo, pero… tendría una familia (todo no se podía). Obviamente, el panorama fue aún más complicado con la llegada de los hijos. Aunque ya egresada de la Universidad, sólo pude comenzar a trabajar a partir de que el menor de mis hijos ingresó al Jardín de Infantes. Eso sí, trabajos públicos, flexibles, a los que pudiera postergar en caso de que hubiera una emergencia hogareña o paro docente, o enfermedades, etc. etc.
Mientras tanto, el padre de mis hijos desarrollaba una exitosa carrera profesional y un grupo deportivo y de amigos con el cual también realizaba viajes, ocasiones en las cuales por varios días yo sólo mantenía charlas con los comerciantes del barrio. De vida social y ocio, ni hablar.
Luego de casi 20 años de matrimonio llegó la crisis y el divorcio. Caí en la cuenta que mi salario docente universitario no me permitiría mantener el nivel de vida al que estaba acostumbrada: él ganaba más del doble que yo y aunque la ley decía expresamente que se debe asegurar ese nivel al menos por dos años, la pelea legal era tan cruel que preferí renunciar a ello.
En otros casos, la parte de esa sociedad que se dedicó no sólo a las tareas de cuidados, gerenciamiento y limpieza del hogar, sino a sostener y alentar la carrera laboral de la contraparte, puede no llegar a tener ni una mínima herramienta para sostenerse económicamente después de la ruptura. Mujeres de más de 50 años, con hijos ya no convivientes, no tienen acceso a cuota alimentaria (o en el mejor de los casos, solo por un par de años), sin experiencia en el mercado laboral remunerado, ¿cómo puede obtener una fuente de ingresos adecuada?
Aunque que se reconociera el valor de mercado de los quehaceres domésticos, la mayoría de los mismos suelen tener baja remuneración. El tema es que no se valora lo suficiente el sostén que significa para la persona que se dedica al trabajo remunerado que alguien resuelva sus problemas cotidianos, tareas igual de necesarias para el sostenimiento de la vida. En 1975, mujeres islandesas decidieron realizar un paro de tareas domésticas. Se produjo un caos en la economía de mercado, dado que muchos hombres no pudieron concurrir a sus trabajos. Fue una manera de visualizar la importancia de estas tareas.
La Economía Feminista denomina “techo de cristal” a una superficie superior invisible en la carrera laboral de las mujeres, que les impide seguir avanzando. Por otra parte, con el término “suelo pegajoso” se alude a las fuerzas que suelen mantener a las mujeres atrapadas en la base de la pirámide económica debido a la sobre carga de trabajo doméstico y de cuidados.
Las políticas de Estado pueden ayudar a disminuir las desigualdades, tratando de brindar o alentar las mismas oportunidades para ambos miembros de una pareja o sociedad conyugal[1]. Entre ellas se encuentra la licencia por maternidad/paternidad extendida y para ambos padres, reducción de impuestos a parejas con hijos, establecimiento de guarderías infantiles y servicios de cuidado de ancianos entre otras. Sin embargo, son medidas que podríamos denominar de “prevención”.
Este trabajo se orientará a mostrar la magnitud de las desigualdades, y analizar la problemática de las mujeres que, habiendo relegado sus posibilidades de capacitación e inserción laboral remunerada, se encuentran desprotegidas luego de la ruptura de la sociedad conyugal, tratando de realizar una propuesta al respecto para poder compensar las desigualdades sufridas.
En el año 2013, el INDEC realizó por primera vez en nuestro país la“Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo”.Se obtuvieron datos dela tasa de participación y tiempo promedio diario dedicado a actividades que componen el trabajo doméstico no remunerado de la población de 18 años y más por tipo de actividad y sexo, según provincia. En base a esta información del Indec, realicé una ponderación entre la tasa de participación y las horas dedicadas al trabajo doméstico (tasa de participación * tiempo promedio en horas).
Con los resultados ponderados se calculó la “brecha” o diferencia existente entre la participación masculina y femenina en el trabajo doméstico no remunerado, a fin de medir cuán asimétrica es la distribución de tareas dentro del hogar. La idea de calcular la brecha a partir de la ponderación y no separada (brecha porcentual por un lado y brecha horaria por el otro), se debe a que por separado, estas brechas no dan una dimensión real útil. Por ejemplo, la provincia de la Pampa resulta más igualitaria en cuanto a la brecha porcentual, sin embargo en brecha horaria es la más desigual.
Para entender la línea de razonamiento, pensemos que si en una provincia un solo hombre se dedicara a las tareas de cuidados, pero lo hiciera durante las 24 horas, la brecha horaria estaría desfavoreciendo a los varones, pero la porcentual resultaría muy desventajosa para las mujeres, ya que el porcentaje sería mayor.
Entonces, para obtener una idea más cabal de la desigualdad, pondero la participación porcentual por la cantidad de horas, y luego calculo la brecha.
En el cuadro siguiente podemos ver que en promedio, en Argentina, alrededor del 58% de los varones participan de los quehaceres domésticos, dedicando unas 3 horas y media diarias a ello. La participación ponderada indica que, si “repartimos” las horas/hombre totales dedicadas a estas tareas entre todos ellos, podríamos decir que en promedio, en Argentina, los hombres dedican un poco menos de 2 horas diarias a trabajo no remunerado doméstico.
En el caso de las mujeres, casi el 89% realiza estas tareas dedicando casi 6 horas y media diarias. Realizando el mismo procedimiento, llegamos a que en promedio, en la Argentina, las mujeres dedican casi 6 horas diarias a trabajos domésticos no remunerados. Tres veces más que los hombres.
El cálculo se realizó para todas las provincias. Como podemos observar, la brecha es menor en la ciudad de Buenos Aires y mayor en la provincia de Tucumán. La brecha de género en la distribución de las labores de cuidado y las tareas domésticas no remuneradas significa que las mujeres tienen más probabilidades de tener menos horas disponibles para trabajar a cambio de una retribución o beneficio.
Cuadro 1. Tasa de participación y tiempo promedio diario dedicado a actividades que componen el trabajo doméstico no remunerado, participación ponderada y brecha de participación de la población de 18 años y más por sexo, según provincia.
Nota: la tasa de participación se refiere a la población total y el tiempo promedio hace referencia a la población participante.
Fuente: Elaboración propia en base a INDEC. Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo.
Gráfico 1.Brecha de participación en trabajo doméstico no remunerado varones- mujeres de la población de 18 años y más por sexo, según provincia.
Fuente: elaboración propia en base a INDEC. Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo.
Por otra parte, si hablamos de trabajo remunerado, las mujeres dedican menos tiempo a ello, y si trabajan a tiempo completo ganan menos que los hombres.Surge otra brecha: la del ingreso. En la Argentina, la tasa de actividad, es decir, la proporción de la población que es económicamente activa (PEA/Población total), es mayor en los varones que en las mujeres: casi el 70% de los hombres son activos, mientras que en el caso de las mujeres lo son 47 de cada 100 y la brecha salarial entre varones y mujeres es de alrededor de un 25%.
En definitiva, las mujeres dedicamos más tiempo al trabajo no remunerado y el trabajo remunerado que realizamos reporta menores ingresos que a los hombres, presentándose una doble desigualdad.
Cuadro 2. Brecha ingreso (Empleo registrado) Ingreso medio de los ocupados en pesos y brecha total. Valores en pesos. Trimestres 2004-2013
Fuente: Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial, DGEyEL, SSPTyEL, MTEySS, en base a la EPH. Ingreso de la ocupación principal de los ocupados, excluyendo beneficiarios de planes de empleo. No se presenta la información de la EPH correspondiente al 3° trimestre de 2007, debido a que no se encuentra disponible la base de datos de dicho período.
El trabajo remunerado puede ser un pilar fundamental para la igualdad sustantiva de las mujeres, pero solo cuando es compatible con una responsabilidad compartida entre mujeres y hombres por el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado; cuando permite a las mujeres disponer de tiempo para el ocio y el aprendizaje; cuando proporciona ingresos suficientes para mantener un nivel de vida adecuado; y cuando las mujeres reciben un trato digno en el trabajo.
El panorama no es muy diferente en el resto del mundo. Según la OIT (2016)[2] tanto en los países de altos ingresos como de bajos ingresos, las mujeres siguen trabajando menos horas en un empleo remunerado, mientras que asumen la gran mayoría de las labores de cuidado y las tareas domésticas no remuneradas. En promedio, en los países en los que existen datos pertinentes disponibles, las mujeres se encargan al menos dos veces y media más de estas labores que los hombres. También en todo el mundo las mujeres sistemáticamente perciban menor remuneración que los hombres por un trabajo de igual valor.
Propuestas
A lo largo del desarrollo de este trabajo, he tratado de mostrar que tanto en nuestro país como en el resto del mundo, las mujeres somos quienes nos encargamos mayoritariamente a los quehaceres domésticos, lo cual implica en muchos casos renunciar a obtener mayor capacitación y trabajo remunerado, y en otros a imponernos un “techo de cristal” en nuestra carrera profesional, puesto que debemos dedicar buena parte de nuestro tiempo a estas tareas no remuneradas.
A veces existe un acuerdo voluntario en los miembros de una sociedad conyugal, cumpliendo una parte el rol de “proveedor” del dinero que compartirá en el hogar. De alguna manera, si se comparte la totalidad del dinero, la mujer (aunque seguramente con ciertas restricciones) obtiene un ingreso monetario. El problema es cuando esta sociedad se rompe, quedando la mujer sin acceso a remuneración adecuada.
Sabemos la importancia que tiene socialmente el trabajo reproductivo, sin embargo, este no sólo no es particularmente remunerado, sino tampoco suficientemente valorado. Como ya mencionáramos, la parte de la sociedad que se dedica exclusivamente o en mayor medida al trabajo remunerado no podría hacerlo sin el sostén de quien realiza las tareas domésticas. Por lo tanto, una adecuada valoración monetaria de los quehaceres domésticos, sería considerar la mitad de los ingresos que obtiene la parte que trabaja remuneradamente.
La ley reconoce que los bienes a los que accedió la sociedad conyugal pertenecen por igual a ambos miembros (bienes gananciales), pero no considera el ingreso monetario para lograr subsistir luego de la separación, en los casos que la mujer no tenga ingresos o sus ingresos sean menores debido a su postergación en pos de mantener el trabajo reproductivo.
Por lo tanto, además de las políticas que propenden a una mayor igual en cuanto a oportunidades de desarrollo personal y profesional, resulta necesario, hasta que ello realmente se logre, implementar una medida compensatoria de las desigualdades.
La misma podría consistir en una suerte de “indemnización” de la parte que ha obtenido ingresos monetarios por su trabajo, o mayores ingresos, hacia la otra parte. No alcanza con pasar una cuota por el término de dos años, hasta que la mujer pueda “readecuar” su situación laboral, ya que en muchos casos no podrá hacerlo. De esta manera, quien se haya dedicado preponderantemente a los quehaceres domésticos debería recibir un monto de dinero que compense esa situación. De la misma manera en que se determina una cuota alimentaria para los hijos, las mujeres de menores ingresos que sus cónyuges deberían recibir en principio un monto similar por cada año convivido, como compensación, así como en una relación laboral se paga una indemnización por despido.
Por ejemplo, una mujer que nunca trabajó en forma remunerada y estuvo casada o conviviendo durante 30 años, debería recibir un monto equivalente al establecido como cuota alimentaria por cada año de convivencia. Esto le permitiría obtener una suma con la cual poder quizás realizar un emprendimiento autónomo.
Siempre las disputas legales son difíciles y suelen favorecer a la parte más poderosa. Pero al menos podría resultar un adelanto en el camino de sociedades más igualitarias.
Bibliografía
- OIT, (2011) GB.312/POL/4 “Conciliación del trabajo y la vida familiar”
- Departamento de Estrategia, Políticas y Evaluación y Departamento de Finanzas Públicas. KatrinElborgh-Woytek, MoniqueNewiak, KalpanaKochhar, StefaniaFabrizio, KangniKpodar, PhilippeWingender, BenedictClements y Gerd Schwartz (2013).“Las mujeres, el trabajo y la economía: Beneficios macroeconómicos de la equidad de género”
- ONU, (2015). “El progreso de las mujeres en el mundo 2015-2016. Transformar las economías para realizar los derechos”.
- Peker, Luciana, “Tu tiempo no es tu tiempo”, Diario Página 12, suplemento Las 12, 18/07/2014.
- Engler, Verónica. “El origen económico de la desigualdad”, Entrevista a Corina Rodríguez Enriquez. Diario Página 12, 6/04/2015.
[1] Si bien en la mayoría de los casos son las mujeres las que suelen postergarse, podría ser un hombre tanto en una pareja hetero como homosexual.
[2] Las Mujeres en el trabajo. Tendencias 2016. Resumen ejecutivo.