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Un Green New Deal para discutir el desarrollo que necesitamos

Oct 13, 2020 | Economía/Política, Notas

En primer lugar quería agradecer la invitación y celebrar este espacio que armaron desde Jóvenes por el Clima para discutir la realidad que nos apremia buscando dialogar con economistas, que sabemos que no somos los más formados ambientalmente. Después voy a hacer un comentario sobre esto pero quiero arrancar con el tema que nos convoca.

https://www.instagram.com/tv/CGSwM1QFQdS/

Cuando estaba preparando esta charla busque información oficial sobre el memorandum entre China y Argentina para la instalación de granjas integrales para la producción de carne porcina ya empezaron los problemas. La información no es clara y tampoco es fácil de conseguir. Se dieron datos que luego se bajaron diciendo que había errores en esa comunicación pero actualmente la información oficial la pude sacar de una entrevista a Jorge Neme de parte de EcoHouse y esto, si bien celebró la iniciativa de Ecohouse, muestra la necesidad de tener comunicaciones oficiales. Eso es algo que tenemos que exigir como población civil para poder tener un debate informado y poder sociabilizar la discusión.

A su vez, en esta búsqueda encontré notas de colegas, economistas y comunicadores que analizaron la propuesta olvidando el contexto en el que se da esta propuesta. Este borrón al contexto comete un error fundamental que puede ser útil para un análisis sencillo pero que carece de utilidad para entender de qué estamos hablando.

No se puede hacer un análisis separado del hecho que estamos viviendo una pandemia que cuarentenó a un tercio de la población mundial. Una pandemia de origen zoonótica propia del avance feroz que hemos hecho, como humanidad, sobre el ambiente de forma desplanificada y desmedida. Una pandemia que no afectó a todes por igual, sino que acrecentó las desigualdades ya existentes. 

En particular en Latinoamérica, donde tenemos una gran porción de pobreza urbana, esto significó cerrar barrios que no tenían ni tienen la infraestructura necesaria para seguir las recomendaciones sanitarias. A su vez, el parate productivo dejó sin trabajo a grandes porciones de la población, especialmente a quienes tenían trabajos no registrados donde somos mayoría mujeres. Más de 20 mil mujeres trabajadoras de casas particulares perdieron su trabajo, y esto hablando sólo de quienes estaban registradas. No conocemos la situación de la mayoría de las trabajadoras de casas particulares que no tienen regularizado su trabajo, por ende es aún más sencillo que hayan perdido su trabajo durante este tiempo. 

Entonces la pandemia, y su consecuente cuarentena, impactó de forma diferenciada a las personas según sus condiciones socioeconómicas, su género y todas las desigualdades que venimos evidenciando hace largos años ya. De nuevo, una pandemia con origen zoonótico propio de la deforestación y la forma de “desarrollos” económicos que dan discursos olvidándose de las implicancias que tienen esas políticas en términos de género y de ambiente. 

Esto no es casual, y por eso en parte me sorprende que seamos 5 economistas hablando sobre esto siendo que no estamos, al menos desde la carrera, preparados para dar estos debates porque lo que se nos enseñó es que hay que buscar el crecimiento económico y que eso va a resolver el resto de los problemas. Sin pensar quienes son los que van a conseguir trabajo, los costos ambientales que generan esas actividades y los tipos de trabajo que generan. 

De mi parte, como activista feminista, la necesidad de un análisis con perspectiva de género me parece necesaria y urgente en el campo económico. Pero no se trata sólo de pensar los fenómenos económicos diferenciados por género sino de ampliar la idea de que la economía no se limita al mercado o a la producción y pone en el foco también a la reproducción. Se trata de ir ampliando justamente lo que estudiamos. Para que haya intercambio tiene que haber producción y para que haya producción son necesarias un montón de tareas reproductivas. Desde esta perspectiva la dicotomía que se repitió hasta el hartazgo, entre salud y economía se muestra falsa. No hay economía posible sin personas sanas porque no hay sistema posible sin personas. El tema es que tenemos tan en el centro el capital que nos olvidamos de la vida humana. La economía feminista pone en el centro la vida y con ello su sostenibilidad. En este sentido, se toca mucho con el tema ambiental porque no hay vida posible sin una armonía con el ambiente. 

De todas formas, justamente como no soy especialista en ambiente lo voy a dejar para que desarrolle esto Inti que va a hablar después y de quien aprendí y aprendo todos los días. También aprovecho para recomedarles los trabajos que hacen Maristella Svampa y Enrique Viale

Volviendo al contexto en el que estamos hablando, el COVID 19 evidenció a la sociedad algo que las mujeres, lesbianas, travestis y trans venimos exigiendo en cada 8M desde 2017 con cada paro internacional. La pandemia evidenció las tareas necesarias para el funcionamiento social. Las tareas esenciales, dentro de las cuales estaba la alimentación, la educación que pasó a formato virtual, el cuidado de los adultos mayores y discapacitadas, y tantas otras que no pueden frenar ni siquiera cuando nos enfrentamos a un virus que desconocemos. No sólo no pararon esas tareas sino que se intensificaron y sin embargo, siguen siendo las tareas menos pagas y menos reconocidas. En este sentido, vuelvo a la exigencia que hacemos desde los feminismos de un sistema integral de cuidados y de la necesidad de pensar el desarrollo económico con esta clave. 

Se dijo que la economía paro con la pandemia y en realidad lo que paró fueron muchas actividades productivas que evidentemente no eran tan fundamentales para nuestro vivir. La economía reproductiva, esa que no descansa, nunca paro porque es esa economía que nos asegura, nada más ni nada menos, que nuestra existencia. 

Estos planteos, que tal vez por abril/mayo eran más visibles. Hoy en Agosto, en esto que voy a llamar nueva anormalidad parecen cosas del pasado para muchos de los que analizan, por ejemplo, este preacuerdo con China. El miedo que generó la caída de los mercados bursátiles en el principio de la pandemia, el cierre de las fronteras y la posibilidad de ver las limitaciones de nuestro sistema actual para repensar otra forma de organización que pudiera superar esos límites parece haber quedado en el pasado mientras nos acostumbramos a la cuarentena, a los rebrotes en los países del norte y al aumento de los casos en nuestro país. Eso pareciera que ya es parte natural de nuestra vida, como la aceptación de algo que no podemos cambiar. Sin embargo, no solo aún no hay vacuna confirmada para esta pandemia sino que si pensamos realmente mantener esta forma de avance desplanificado de explotación de recursos y expansión desmedida sobre el ambiente entonces nada indica que esto no vuelva a pasar en el futuro cercano. 

No quiero ser apocalíptica sino más bien realista, como viene siendo la proliferación de enfermedades zoonóticas en este nuevo siglo y su relación íntima con las formas de producción y consumo que tenemos. Marcar estos límites me parece central para poder pensar hacia dónde queremos ir, y que esta pregunta se la esté haciendo la juventud marca un camino de esperanza y posibilidad ante un mundo que siempre que parece que va a ser deglutido por sus contradicciones internas, como en 2008 o como ahora, renace de manera más salvaje y sobre todo desigual. #DatosNoOpinión. 

Ahora bien, delimitando este contexto internacional y sistémico me gustaría hablar de nuestro lugar en él para poder sacar algo más en concreto y que mi exposición no se acote a marcar los límites sino que me tome en serio el subtítulo propositivo de esta charla. 

Pasemos entonces a Argentina. La pandemia se encontró con un país que ya estaba en crisis económica, en default, con números alarmantes de pobreza y desigualdad y con prácticas poco amigables con el ambiente. Hubo medidas centrales, como el IFE, que buscan achicar el golpe de este párate productivo en los grupos poblacionales de menores ingresos (donde hay una sobrerrepresentación femenina). En paralelo, está la negociación de la deuda externa que si bien estamos cerca de conocer el final de uno de sus capítulos todavía quedan muchos (se esperan varios con el título del FMI) en este libro que parece interminable. A su vez, las reservas internacionales escasean y la pregunta que se nos aparece en el inmediato es como traer dólares a nuestro país. Los necesitamos, no solo para pagar la deuda sino también para poder reactivar las tareas productivas sin generar saltos devaluatorios o medidas que restringen aún más el mercado cambiario. Problemas de ayer, de hoy y pareciera ser de siempre. 

En esta encrucijada es que muchos análisis de economistas ven el acuerdo con China con ilusión. Pq incluye la palabra exportación. El mismo motivo por el cual Vaca Muerta es parte fundamental de la planificación de este gobierno y de los anteriores también. Ahora bien, acá podemos hablar de cuánto poder real tiene la argentina de decir que no a proyectos de inversión y al lugar que ocupa, históricamente, en la división internacional del trabajo. Lo que no podemos hacer es decir que este acuerdo, o que la minería o el fracking son la solución o generan un mejor desarrollo para el país. ¿Mejor para quién?

A su vez, las zonas del norte argentino ya hacen un uso muy intensivo del agua por la minería y el monocultivo, así que también hay que ver que va a suceder con las comunidades de la zona ante esta puja entre industrias por el agua. 

Entonces, creo que como economistas, nos corresponde pensar también los costos que tienen estos proyectos y también los motivos de porqué se presentan estas “oportunidades”. ¿Por qué China quiere deslocalizar la producción de cerdos? China debió sacrificar cerca de 300 millones de cerdos, más de la mitad de su rodeo de forma brutal (enterrándolos vivos o quemándolos), según cifras de la OIE (Organización Mundial de Sanidad Animal). Bueno, evidentemente tiene costos esta producción y es mucho más sencillo repartirlo por el mundo y que sean esos países los que se hagan cargo de las externalidades negativas que generan. 

Pasar de ser el granero del mundo a la granja no es una solución. Aceptar esto es necesario para marcar los límites de lo que se nos propone para exigir planes superadores. En el mismo sentido, se dice que como estas granjas irían al norte, o a lo sumo al sur, del país irían a lugares donde pareciera que no hay nada. Acá se reproduce este sesgo porteño de creer que no hay nada, invisibilizando todas las comunidades que trabajan en esos espacios. Las cuales no han sido consultadas sobre este acuerdo sino que ahora les dicen que la instauración de las granjas van a generar, y citó a un funcionario, “empleos de calidad”. 

De nuevo, esto no quita la necesidad de divisas para el país en el plazo inmediato. Entonces, teniendo en cuenta todos estos factores y sumando que el actual ministro de Desarrollo Económico, Matías Kulfas, habló de la necesidad de un Green New Deal, creo que es necesario exigir esto. Que se nos presente un Green New Deal, una propuesta integral que tenga en cuenta las necesidades de corto plazo del país pero pensando como en el mediano plazo poder desarrollarnos de una manera sostenible y en base a eso podamos discutir, podamos participar y podamos construir un presente que nos contenga.

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