Por Justina Lee
Este 8M es el sexto Paro Internacional Feminista en la Argentina y todavía nos queda mucho por recorrer en la conquista de derechos. Desde el #NiUnaMenos hasta hoy, son varias las conquistas surgidas por la lucha incansable de millones de personas que disputan espacios y pelean por la visibilización de la desigualdad de género estructural que caracteriza a nuestra sociedad y al mundo como lo conocemos. El Aborto Legal es el gran ejemplo de que organizarnos y tomar las calles son herramientas fundamentales en la conquista de derechos humanos esenciales para una sociedad más justa e igualitaria.
Los cuidados son el pilar fundamental de nuestras economías
Hace casi unos 60 años, en Islandia, el 90% de las islandesas salió a las calles convocando a un paro nacional por 24 horas, donde ninguna de ellas realizó trabajos domésticos, ni cuidó de nadie, ni fue a trabajar de manera remunerada. Esto puso en jaque al país, al que no le quedó otra alternativa que cerrar escuelas, comercios, bancos, entre otros.
Desde hace décadas, venimos sosteniendo que los trabajos de cuidados, en su mayoría no remunerados o mal pagos, sostienen a nuestras economías. Este trabajo no reconocido es la principal fuente de desigualdades que se constata visiblemente en el mercado laboral y deja a las mujeres en una posición de mayor vulneración económica, generando un caldo de cultivo perfecto para que crezcan el resto de las violencias, más notorias e irreversibles, que vivimos diariamente las mujeres y personas feminizadas.
Las mujeres en nuestro país y en todo el mundo son quienes se hacen cargo de estas tareas y son quienes sostienen la vida de millones. De acuerdo a un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ellas realizan casi un 70% de las tareas de cuidado no remuneradas. En la Argentina, los datos también se mantienen: el 72% de los trabajos domésticos no remunerados son realizados por mujeres.
Los datos de OIT son parte de un estudio realizado en 2019 y son los últimos datos publicados por la organización acorde a las distintas encuestas del uso del tiempo realizadas en distintos países. Si bien no incluyen información acerca de qué ocurrió con los cuidados durante la pandemia, son datos que representan la estructura mundial y desigual en la que nos encontramos hoy.
La pandemia profundizó desigualdades
La pandemia nos mostró lo que decimos ya por sexto año consecutivo: “Si nosotras paramos, se para el mundo”. Los trabajos de cuidados quedaron catalogados como esenciales y esta carga de horas fue y es resuelta por las mujeres dentro de las familias y las comunidades.
En América Latina y el Caribe, la evidencia muestra que, desde el comienzo de la pandemia, la carga de tareas de cuidado aumentó más para ellas que para ellos, y que en muchos casos se tradujo en un cambio de la “clásica” jornada laboral doble a una jornada laboral triple. Esto quiere decir que hubo casos donde las mujeres no solo trabajaron remuneradamente, sino que también extendieron los trabajos de cuidados al doble de lo que venían haciéndolo antes de la pandemia dado el incremento en los cuidados por la pandemia, la mayor carga de horas para apoyo escolar y el cuidado de personas con discapacidad, adultos mayores y/o personas con discapacidades. A su vez, ellas dedicaron más del doble de tiempo que los varones a este tipo de trabajos, y esto repercutió en su tiempo disponible para participar del mercado laboral o para estudiar. Casi el 20% de las latinoamericanas y caribeñas no estudia ni trabaja remuneradamente porque se dedica a las tareas de cuidado en los hogares, mientras que este porcentaje para los varones es del 1,2%.
Si bien el reclamo por la visibilización de estas tareas ha sido repetido casi como un cassette desde distintos sectores del movimiento feminista, todavía no hemos avanzado hacia una Organización Social de los Cuidados que sea más justa. Como se ha demostrado, la pandemia profundizó la desigualdad, pero también remarcó la importancia que tienen este tipo de trabajos. Este sector de la economía no pudo parar en ningún momento de la pandemia ya que está directamente atado a la reproducción de nuestras vidas. Sin embargo, no se tomaron medidas que pudieran subsanar los efectos de la pandemia sobre las espaldas de las mujeres. Se priorizó el salvataje de los mercados, y no la sostenibilidad de la vida de las mayorías.
Todavía quedan muchas conquistas pendientes
Queda claro, entonces, que la desigualdad de género es un problema que atañe a todos los países del mundo y que, en la mayoría, las movilizaciones feministas han jugado un rol fundamental para combatirla. En nuestro país, si bien las conquistas feministas son innegables, desde el aborto legal hasta la presentación de un proyecto para aumentar las licencias maternopaternales, todavía quedan cuentas pendientes. Es en este sentido que aún nos queda una conquista clave cuando pedimos que estos trabajos se reconozcan: es fundamental socializarlos y visibilizarlos como una pieza clave a la hora de conquistar derechos. De esta manera, es imprescindible que luchemos por un Sistema Integral de Cuidados que se haga realidad, para que estas tareas ya no tengan que recaer en la privacidad y en las posibilidades de cada hogar.
Las mujeres no son un grupo homogéneo, incluso cuando no tenemos en cuenta la situación específica de lesbianas, travestis, trans y no binaries debido a las limitaciones en nuestras cuentas oficiales, sabemos que son las mujeres más pobres quienes no pueden resolver de manera mercantilizada el quehacer de los hogares, donde quedan expuestas a una realidad que reproduce la desigualdad en la que se encuentran, y que resuelven la falta de horas en el día con la ayuda comunitaria de vecinas, de amigas, de tías y abuelas para llevar el día a día de sus hogares. Desde el problema de las mal llamadas NINI, pasando por la falta de vivienda, hasta los hogares monomarentales, las mujeres en los últimos deciles representan una realidad en donde la desigualdad de género se refuerza con la de clase social. El fenómeno de la feminización de la pobreza grafica claramente esta problemática: hoy en día, de las personas que menores ingresos tienen en Argentina, el 70% son mujeres.
A su vez, las trabajadoras del servicio doméstico, enfrentan las peores condiciones de trabajo en relación al resto de los sectores, ya que más del 77% de ellas se encuentra trabajando informalmente sin derechos laborales y tiene los salarios más bajos de la economía. El servicio doméstico es de suma importancia a la hora de pensar los problemas estructurales de la desigualdad de género ya que el 98% de este sector está integrado por mujeres y conforman el 14% del total de trabajadoras. A su vez, incluso cuando ellas son quienes perciben el principal ingreso del hogar, también realizan los trabajos domésticos de sus propios hogares.
La desigualdad que vivimos todos los días se puede medir y encuentra como contrapartida un potencial de mejora en reclamos concretos. La mayoría de los problemas tienen su raíz en cómo se distribuyen los cuidados y de qué manera los Estados toman el rol que se necesita para combatirlos. En Argentina, seguir pidiendo por un Sistema Integral de Cuidados, una reforma tributaria, aumentos de las licencias maternopaternales, acceso a la salud menstrual, justicia epistémica, entre otras, son conquistas por las que tenemos que seguir luchando.
Este 8M nos encuentra otra vez en las calles, retomando reclamos impostergables, y remarcando la importancia de que nuestro lugar en la calle tiene la potencia que los feminismos vienen demostrando desde sus inicios. Paremos el mundo por una sociedad que sea más justa e igualitaria.