Por Mayra Zak y Laura F. Belli
Si hiciste click para leer este artículo es porque tenés al menos la intuición de que ser feminista no es sólo cosa de mujeres. ¡Te bancamos mucho! Ahora bien, ser feminista consiste en reconocer que existen desigualdades de género que son injustas y actuar para que esas desigualdades dejen de existir. Para los varones, implica renunciar a ciertos privilegios de los que gozan (a costa, por supuesto, de sus pares femeninos) y esa no es tarea fácil. Por como está configurado el orden social en que vivimos, los hombres (incluso aquellos que se declaran “igualitarios”, incluso quienes no son el CEO de alguna empresa, incluso aquellos que pertenecen a una clase social desatendida y explotada) se benefician de la opresión de la mujer. Lo bueno es que, como feminista no se nace, se hace, estas cosas que pueden no salirnos “naturalmente”, se pueden aprender. Entonces ¿qué debe tener en cuenta un varón que desea construir una sociedad más igualitaria?
Te invitamos a asumir el compromiso de:
1. Reconocer y denunciar las desigualdades de género
El primer paso es identificar las desigualdades (WARNING: una vez que te ponés las gafas violetas no hay manera de volver atrás). ¿Cómo hacerlo? Leé y escuchá a las feministas, tenemos miles de ejemplos de cómo se manifiesta el sexismo. Pero no termina ahí. No alcanza con ver las desigualdades, también hay que actuar para modificarlas. No seas un mero espectador. Cuando uno de tus amigos o compañeros de trabajo varones tenga comentarios sexistas, no se lo festejes. Podés mostrarle que estás en desacuerdo y explicarle qué hay detrás de esa frase, ese “chiste” o ese comportamiento que relata como hazaña. Interpelá a las personas que hacen, dicen o publican cosas sexistas (especialmente en medios y redes sociales). ¿Te puede costar alguna que otra amistad o un momento incómodo? Es probable. Pero ¡vamos! nadie dijo que es fácil ser feminista.
2. Equiparar esfuerzos y horas para realizar las tareas del hogar
Limpiar, cocinar, lavar, planchar y hacer las compras no son tareas diferenciadas por género, cualquiera puede hacerlas. Sin embargo, el 76% del trabajo doméstico no remunerado recae sobre las mujeres. Y ya lo dijo Silvia Federici “eso que ustedes llaman amor, nosotras lo llamamos trabajo no pagado”. Pensá como son las cosas en tu casa, ¿quién se ocupa? Pensá cómo eran antes si ya no vivís con tus padres. ¿No ves una fuerte asimetría entre las responsabilidades entre varones y mujeres? Tomá nota de la distribución de tareas en tu hogar. Hacerse cargo de esto significa no poner excusas y que nadie te lo tenga que pedir. Nuevamente, no se trata de “colaborar”, sino de hacer lo que te corresponde por vivir bajo ese mismo techo y básicamente lo que te tocaría hacer si vivieras solo (y no vale llamar a mamá para que lo haga por vos).
3. Compartir equitativamente las tareas de cuidado de hijas e hijos: el cuidado es responsabilidad de ambos.
La responsabilidad es compartida. Tu trabajo no empieza cuando la madre no está presente y termina cuando ella regresa. No sos su suplente. Acompañalos en las tareas escolares, cocinarles e interesate en sus actividades. Encargate de hacer las citas con el médico y de seguir los tratamientos, de preparar la ropa del próximo día, de pensar en los regalos de cumpleaños de sus amigos. Insistí incluso aunque en un primer momento te digan que no. No se trata de “ofrecer ayuda”, sino de involucrarse activamente en su cuidado, educación y salud. ¡En esto todos salen ganando!
4. Dejar de replicar estereotipos de género
Los estereotipos de género son creencias de cómo debe ser el comportamiento de varones y mujeres y qué roles deben desempeñar en el trabajo, la familia y el espacio público. Es necesario reconocerlos y dejar de replicarlos ya que refuerzan relaciones poco respetuosas, desigualdades en el trato y dificultan las posibilidades de desarrollo y crecimiento de las mujeres. ¿Cómo hacerlo? Estar atentos a no caer en el doble estándar (varón que trabaja cuida a su familia / mujer que trabaja, descuida a sus hijos; varón que tiene sexo con múltiples compañeras, es un ganador / mujer que tiene sexo con múltiples compañeros, es una regalada) y tampoco a reforzarlos mediante el comportamiento (como por ejemplo quedarse sentados mientras las mujeres levantan la mesa).
48 cosas que las mujeres escuchan a lo largo de… por elhuffingtonpost
5. Evitar el mansplaining
¿Qué es mansplaining? Es un término relativamente nuevo (combinación de dos palabras en inglés man y explain – “varón” y ”explicar”) que se utiliza para señalar casos en los cuales los varones intentan explicarle algo a las mujeres de manera condescendiente o paternalista, sin tener en cuenta que ellas pueden saber más sobre el tema que ellos mismos. Este tipo de comportamiento responde a la idea de que el varón sabe más que su interlocutora sólo por el hecho de que ella es mujer ¿Por qué es importante evitar esto? Porque puede contribuir a que las mujeres, que ya tenemos el «chip» de la falta de confianza en nosotras mismas instalado, intervengamos menos en público incluso cuando estemos más que calificadas para hacerlo.
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@AstroKatie Honestamente el cambio climático me da mucho miedo y me da mucha pena ver todo lo que estamos perdiendo por su culpa.
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(mansplainer) @gary4205 Quizás entonces deberías aprender algo de CIENCIA y dejar de escuchar a los criminales que defienden la MENTIRA del calentamiento global
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@AstroKatie No se… ya tengo un doctorado en astrofísica. Me parece que estudiar más que eso sería una exageración.
6. Escuchar si una mujer señala que algo que decís / hacés es sexista
Si frente a un reclamo que te hace una mujer de “eso que estás diciendo / haciendo es machista” sentís que “no es tan así”, que es exagerado, que está siendo demasiado sensible o que no se trata de un tema de género, atención: puede ser porque tu propia posición no te permita verlo. Cualquier tipo de privilegio es muchas veces difícil de captar por quienes son beneficiados por él. ¿Por qué? Porque las normas, usos y costumbres de casi todas las sociedades en este mundo responden a los intereses de los más privilegiados (varones, blancos, educados, con buena posición económica) y por ello son naturalizadas e invisibilizadas. Es por este motivo que los actos diarios de sexismo pasan a menudo desapercibidos.
Dentro de la violencia machista existen casos más explícitos, y por ende más accesibles a su reconocimiento, como los femicidios, los actos de violencia física o incluso las agresiones verbales explícitas, pero también casos menos explícitos, los sutiles. Estos son casi siempre ignorados y a menudo negados porque no se los considera potencialmente dañinos para las mujeres. Si una mujer se siente ofendida, menospreciada, agredida por un comentario machista, hay que prestar atención a su reclamo (aunque haya sido dicho “con buena intención”, porque -como es bien sabido- el camino al infierno está lleno de buenas intenciones).
7. Siempre que sea posible, dar lugar a las mujeres
El feminismo no sólo consiste en reconocer y señalar las desigualdades entre varones y mujeres, también hay que trabajar para eliminarlas. En muchas actividades de debate, por ejemplo, se arman paneles 100% masculinos. En primer lugar, es bueno sencillamente señalarlo. Además, siempre que se pueda hay que incluir y recomendar mujeres e incluso, ¿por qué no?, ceder tu lugar para que sea ocupado por una de ellas. Mujeres capacitadas sobran, lo que falta es romper con las barreras que les impiden acceder a diferentes lugares. Es bueno el ejercicio de pensar “¿qué mujer podría ocupar mi lugar mejor que yo?” Si solo se te ocurren nombres de varones, se puede intentar organizar concursos, becas u otras acciones que permitan sumar más mujeres.
8. Entender que los “piropos callejeros” son una forma de machismo
El acoso verbal es una forma de violencia. Es además una práctica naturalizada en nuestra cultura que padecen miles de mujeres todos los días y que se confunde (o se trata de justificar) apelando a que se trata de gestos de “galantería”.
Este acoso pone a las mujeres en la situación de aceptar calladas, de manera pasiva y sumisa los comentarios que les realizan (desde un “que linda que sos” hasta un “mami, si te agarro te hago otro hijo”, pasando por “que ganas de violarte” o “te rompo el culo”) o someterse al enojo de estos falsos galanes si osan responder que les molesta el piropo (“andá a la mierda fea”, “sos una histérica”) que a veces termina en situaciones de violencia física.
(ahora en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires los actos de hostigamiento sexual en la vía pública están penalizados).
9. Asumir responsabilidades en relación con el sexo
La anticoncepción y la prevención de enfermedades de transmisión sexual (ETS) son responsabilidad de ambos. No todas las mujeres quieren o pueden utilizar métodos hormonales (como los anticonceptivos orales o inyectables), respetá esta decisión y no te quejes de tener que usar preservativos. Procurá siempre tenerlos encima. Si eligen anticonceptivos orales para evitar el embarazo (atenti que no te protegen de las ITS) ofrecete a cubrir parte del costo de las pastillas y asegurate de que no sea sólo tu pareja la que tiene que recordar todos los días que tiene que tomar la pastilla. La anticoncepción es una tarea de ambos.
El sexo siempre tiene que ser explícitamente consentido por ambas partes. Para ello tienen que tener la libertad y la capacidad para hacerlo: no ser forzados/as por nadie y estar en condiciones de comprender la implicancia de sus decisiones. Tené presente que NO siempre es NO. En todos los casos y situaciones:
Pero ya subió a mi departamento NO es NO
Pero ya nos sacamos la ropa NO es NO
Pero es mi pareja NO es NO
Pero mirá cómo está vestida NO es NO
No me dijo no. pero tampoco sí… Entonces es NO.
10. Hablar de feminismo frente a otras personas
Hablá de feminismo en tus conversaciones cotidianas con otros varones. Ayudá a que se entienda que no se trata de un “machismo al revés” (se trata de igualdad y respeto). Compartí tus reflexiones. Leé e informate sobre feminismo: es un movimiento complejo, en constante cambio y con diferentes posiciones en su interior (que a veces difieren entre sí, no llegan a un acuerdo y hasta pueden parecer contradictorias -como sucede en todo movimiento social-) y vale la pena conocer su historia y su actualidad. Apoyate en el conocimiento de tus amigas, conocidas, y colegas feministas. Hacé preguntas. Muchas. Y hacelas siempre desde el respeto y las genuinas ganas de entender.
BONUS TRACK
– Ser respetuoso y no invadir con tu cuerpo el espacio de la mujeres (evitá el manspreading en el transporte público y si ves a una mujer caminando sola de noche, mantené tu distancia)
– Reclamar licencias laborales por paternidad (esto es también parte de responsabilizarse por el cuidado de hijos e hijas y que no recaiga de manera asimétrica en las mujeres coartando, a su vez, posibilidades de desarrollo profesional)
– Leer libros, mirar películas y consumir producciones culturales hechas por mujeres: un buen ejercicio es preguntarse cuántas autoras hay en tu biblioteca o cuántas películas con directoras mujeres viste. Existe la falsa creencia de que los libros, películas y obras realizados por hombres nos interpelan a todos como seres humanos, y que aquellos producidos por mujeres son solo “para minitas”.
– No consumir contenidos sexistas, que denigren o humillen a las mujeres (o a cualquier otra persona, para el caso). Hay que denunciarlos.
– Tener amigas mujeres (sí: la amistad entre varones y mujeres existe y es valiosísima si se funda en el respeto y la igualdad)
– Cuando se habla de asuntos que se refieren directamente a los cuerpos y experiencias de las mujeres, escuchar antes de dar una opinión (la experiencia subjetiva de las mujeres es valiosa y a menudo las creencias de los varones sobre estos temas están marcadas por prejuicios)
– Entender que ampliar derechos y equiparar obligaciones es bueno para todos (esta lucha también implica conseguir licencia de paternidad, cambiadores en baños de hombres, libertad para vestirse sin ser prejuzgado, para llorar, etc.)
* Mayra Zak es licenciada en Relaciones Internacionales (USAL) y maestranda en DD.HH. y Políticas Sociales (UNSAM).
* Laura F. Belli es Doctora en filosofía (UBA).