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¿Qué tan libres somos en nuestro “tiempo libre”?

Mar 4, 2024 | Ecofemidata, Informes Desigualdad, Notas

En esta nota exploramos el tiempo que no se dedica a trabajar en el mercado laboral, para tratar de comprender cómo son esas horas del día que podríamos potencialmente dedicar al disfrute. Al contrario de una primera intuición, muy extendida en la ciencia económica a través del binomio trabajo-ocio, el tiempo personal que no dedicamos a trabajar remuneradamente no necesariamente es tiempo libre y mucho menos tiempo de ocio. Para qué usamos ese tiempo no solo tiene que ver con intereses, necesidades y mandatos, sino que también tiene un impacto en el desarrollo de habilidades útiles para insertarse en el mercado laboral. Además, vemos que el tiempo al que típicamente nombramos como “tiempo libre” no será utilizado de la misma manera por mujeres y hombres, pero tampoco por las mujeres a cargo del cuidado de otras personas en comparación a aquellas que no se encuentran en esta situación.

En general, cuando se habla de trabajo se suele referir a las ocupaciones por las que recibimos una remuneración en contrapartida. Sin embargo, desde la óptica de la Economía Feminista (EF) se comprende que el esfuerzo dedicado a las tareas domésticas y de cuidados no remunerados también es trabajo. A partir del reconocimiento de esta esfera se puede observar que hay personas que entonces trabajan todo el día.

El trabajo no remunerado es un sostén fundamental para la vida humana, y con ello se configura como un sostén del propio funcionamiento económico, por lo que es central preguntarse de qué manera la sociedad garantiza los cuidados pertinentes a través de las unidades familiares, las comunidades, la oferta pública y el mercado. En este sentido, la forma en la que distribuimos nuestro tiempo se ve atravesada por la necesidad de jerarquizar el acceso a ingresos y de garantizar las tareas domésticas y de cuidados. Ahora bien, ¿qué pasa con el tiempo que llamamos “tiempo libre”? ¿Qué tiene de libre ese tiempo? Cabe preguntarnos si lo utilizamos para el ocio y/o el descanso o, en realidad, lo usamos para indirectamente seguir trabajando. 

A estos fines, utilizamos los datos de la última Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT) de Argentina. A partir de la publicación, por parte del INDEC, de nuevos datos de uso del tiempo en 2021, casi una década después de la última información disponible, nos proponemos indagar las particularidades del uso del tiempo libre entre varones y mujeres(1) cis(2), así como también analizar posibles vinculaciones con las desigualdades que ya conocemos. Este tipo de encuestas son insumos fundamentales para comprender mejor cómo se estructura la desigualdad de género en el plano económico, al posibilitar el análisis de la desigual distribución del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado (TDCNR). A partir de su estudio sabemos que las mujeres dedican, en promedio, cerca del doble de tiempo al TDCNR que los varones. Y que este trabajo, que se realiza mayoritariamente al interior del hogar, les insume casi una jornada laboral. A su vez, el tiempo destinado a cuidar no es solo una desigualdad hacia el interior de los hogares, sino que tiene una incidencia negativa en la participación laboral, los estudios y por último, pero no menos importante, en la posibilidad de dedicar tiempo al ocio.

  1. ¿En que usamos nuestro tiempo?

El uso de las horas del día en las que no estamos trabajando (sea de forma remunerada o no) no sólo se vincula con el bienestar, sino también con los intereses personales y, en algunos casos, con el desarrollo de las carreras profesionales. Este tiempo puede ser usado para el esparcimiento, pero también para estudiar, compartir momentos con otres y descansar.

Las actividades personales, según la definición de la ENUT, incluyen el tiempo destinado a dormir, comer y beber(3); estas constituyen más de la mitad del denominado tiempo libre. Pero otras actividades comprendidas en este grupo son: ver televisión, reunirse con amigues, descansar, estudiar, usar el celular, dedicarse a la higiene personal, hacer deporte, escuchar música, usar la computadora, asistir a celebraciones, realizar actividades artísticas y jugar, cuidar la salud, leer libros, asistir a eventos o espectáculos, trasladarse para estudiar y para cuidar la salud. En este caso, el orden de enumeración corresponde al peso relativo de cada actividad en el conjunto. En el gráfico 1 se puede observar, para cada actividad, el tiempo que le dedican los miembros de cada grupo. En algunas actividades como asistir a eventos, leer libros y juntarse con amigos vemos que el tiempo destinado a ellas depende principalmente de la presencia de personas que requieren de cuidado en el hogar, y no del género de las personas. En otras actividades, como el cuidado de la salud o hacer terapias y tratamientos, el género sí aparece como un diferenciador clave


Gráfico 1

 

Desde la EF, explicamos que en el mercado laboral existen divisiones implícitas entre las ocupaciones en las que se insertan mayoritariamente las mujeres (aquellas vinculadas a la esfera de la reproducción, como el trabajo doméstico remunerado, la enseñanza, los servicios sociales y de salud) y aquellas en las que la mayoría de los ocupados son varones (simbólicamente más vinculadas a la esfera de la producción, como el transporte, la construcción, y la industria). Tal como se verá a lo largo de este informe, las denominadas paredes de cristal o la segregación horizontal también están presentes al estudiar el tiempo dedicado a las actividades personales. En este sentido, es interesante el vínculo que tendrá el tiempo libre con el mercado laboral de forma tal que nuestras decisiones respondan a las lógicas del mercado. 

A continuación vamos a centrar nuestra atención en el análisis del tiempo que dedican las mujeres y los varones a actividades del tiempo libre que:

  • impactan en el desarrollo profesional: el tiempo dedicado al estudio y a usar la computadora, 
  • se relacionan con el bienestar: el descanso, el deporte, el cuidado de la salud y la higiene personal, 
  • se relacionan con los vínculos y el acceso a la esfera pública: juntarse con amigues y familiares y asistir a eventos o espectáculos. 

 

  1. 1. Usar la computadora y estudiar — El tiempo para desarrollarse

Por necesidad o por placer, muchas veces usamos el tiempo destinado a actividades personales para realizar tareas que generalmente nombramos como productivas o que impactan en nuestra inserción en el mercado laboral. El tiempo destinado al estudio es un caso obvio, pero otro ejemplo clave es el uso de la computadora.

En el gráfico 2 se puede ver que, mientras los varones dedican más tiempo al uso de la computadora en todos los grupos de edad, en el caso de los y las jóvenes de entre 14 y 29 años, aquellos duplican el tiempo dedicado a esta actividad por las mujeres.  

Gráfico 2

Un estudio sobre las representaciones de adolescentes en la informática, de la fundación Sadosky en 2013, muestra cómo, por ejemplo, cuando se trata de deseos respecto a la actividad laboral, las actividades profesionales aparecen liderando el ranking para ambos sexos. Sin embargo, mientras que para las mujeres el orden de preferencias son las actividades del arte y del espectáculo y luego la asistencia a personas, entre los varones, la producción de software ocupa el segundo lugar en las preferencias y los trabajos informacionales el tercer lugar. 

En relación a esas diferencias en las preferencias, el informe destaca que la actividad a la que los varones le dedican el mayor tiempo frente a la computadora son los juegos complejos, lo cual se encuentra fuertemente vinculado a la elección de estudiar informática. En cambio, en las adolescentes prima el uso de redes sociales. En este sentido, el hecho de dedicar más tiempo al uso de la computadora de una forma que estimula el desarrollo de habilidades relacionadas a la lógica y matemática, les permite a los varones desarrollar atributos que se encuentran valorados en el mercado laboral actual y que, eventualmente, podrían ser productivos. Dada la demanda de trabajo de los últimos años, en donde el uso de herramientas informáticas es cada vez más necesario, poseer estas capacidades, o bien tener la facilidad de desarrollarlas, brinda a quienes ocupen dichos puestos de trabajo una elevada remuneración.

En este punto vale aclarar que el proceso por el cual se moldean este tipo de preferencias atraviesa todas las etapas de crianza y crecimiento. Los estereotipos de género se hacen presentes en la infancia y la adolescencia y las barreras se expresan también en los  ámbitos universitarios y profesionales(4). Todas las personas estamos marcadas por mensajes, mandatos o modelos, que muchas veces, en combinación con factores como la situación socioeconómica, restringen el abanico de opciones reduciendo así las oportunidades de elegir libremente. Si ciertas industrias o espacios se encuentran masculinizados y cuentan con fuertes barreras de entrada(5), es difícil que se presenten para las mujeres modelos a seguir que promuevan una vocación orientadas a dichas disciplinas. Como dicen las Chicas en Tecnología, “no se puede querer ser aquello que no se conoce, ni elegir lo que no se experimenta”.

Respecto al tiempo destinado al estudio, las mujeres dedican al menos un 50% más de tiempo a esta actividad respecto a los varones, tanto entre quienes cohabitan con demandantes de cuidado en el hogar como entre quienes no. Este dato guarda relación con el hecho de que, como se puede ver en el Gráfico 3, a partir de la EPH, las mujeres alcanzan, en el agregado, un mayor nivel educativo que los varones. Aunque un mayor nivel educativo suele asociarse a un mayor ingreso promedio, las mayores credenciales alcanzadas por las mujeres no llegan a compensar la existencia de la brecha salarial

 

Gráfico 3 

  1. 2. Bienestar — ¿Alguna vez viste a tu mamá descansar?

 

En este apartado, nos enfocamos en actividades relacionadas con el bienestar: el descanso, el deporte, el cuidado de la salud y la higiene personal. 

Cuando hablamos de descanso, no lo limitamos al físico, sino también al mental. Es en este marco que proponemos el concepto de “carga mental”, el cual refiere a que, más allá de que las mujeres efectivamente dedican más tiempo al TDCNR, también son las que suelen responsabilizarse, planificarlo y gestionarlo. Esta situación redunda en que el tiempo que dedican a actividades personales se termine solapando con la realización de tareas de cuidado y, por lo tanto, no cuentan con la posibilidad de realmente descansar

De hecho, cuando se observa el tiempo destinado al aseo y descanso, para las mujeres hay más chances de que estas actividades se superpongan con el cuidado de niñeces. Entre las personas a cargo de cuidados, respecto a la higiene personal, casi la mitad de las mujeres cuidan niñes(6) en simultáneo a su higiene y arreglo, mientras que menos de un cuarto de los varones lo hacen. Respecto al tiempo de descanso, casi 1 de cada 4 mujeres lo hace en simultáneo al cuidado de niñes, cuando sólo 1 de cada 10 varones está en la misma situación.  

Las actividades deportivas no son tan compatibles con las responsabilidades de cuidado y, a su vez, habilitan el desarrollo de vínculos y el esparcimiento. Si observamos las diferencias en el tiempo dedicado a practicar deportes,  tal como se ilustra en el Gráfico 4, para todos los grupos de edad, los varones dedican mayor tiempo diario a esta actividad. Sin embargo, es llamativo lo que sucede entre los y las jóvenes de entre 14 y 29 años: para este segmento, el tiempo que destinan diariamente los varones a practicar deportes duplica el que insumen las mujeres

 

Gráfico 4

  1. 3. Juntarse con amigues — Acceso diferencial a la esfera pública

El tercer grupo de análisis comprende el tiempo destinado a los vínculos sociales, el desarrollo de actividades como asistir a eventos o espectáculos, y reunirse con familiares y amigos. En este caso, la diferencia en el tiempo dedicado a “socializar” depende principalmente de la presencia de personas que requieren de cuidado en el hogar. Quienes no tienen responsabilidades de cuidado dedican el triple de tiempo a asistir a eventos o espectáculos respecto a quienes sí las tienen. Por otro lado, quienes tienen estas responsabilidades ven reducido en un 25% el tiempo del que disponen para reunirse con familiares o amigos. 

En este punto, podemos retomar la diferencia observada en el tiempo destinado a hacer deporte entre mujeres y varones: el deporte también es un espacio donde se construyen vínculos sociales, e incluso puede permitir mejorar la inserción en el mercado laboral. De hecho, el “acceso diferencial al networking” es uno de los mecanismos señalados por la EF para explicar diferencias en las trayectorias laborales de mujeres y varones. 

 

2. Simultaneidad — Sólo algunas escuchan Shakira mientras limpian la casa el sábado

A partir de la información referente a la simultaneidad en la realización de tareas, podemos identificar cuáles son las actividades que más se llevan a cabo en simultáneo a las actividades del tiempo personal. Nuevamente, cuando ciertas actividades se solapan podemos intuir que la capacidad de disfrutar o enfocarse plenamente en alguna de ellas disminuye. 

 

Gráfico 5

El gráfico 5 presenta las actividades que se realizan en simultáneo a otras, para varones y mujeres, de acuerdo a si tienen responsabilidades de cuidado o no en sus hogares. A primera vista, las actividades que encabezan el ranking son aquellas que podemos intuir que se realizan en simultáneo a otras, como ver televisión, usar el celular o comer. Sin embargo, entre las mujeres que tienen que brindar cuidados en el hogar, aparecen en el top 3 justamente las tareas asociadas a dicha responsabilidad.

Puede observarse que el trabajo en una ocupación remunerada está más jerarquizada en la lista de actividades para los varones que para las mujeres (en negro: top 4 para ambos grupos de varones, top 7 u 8 para las mujeres), por lo que tiene sentido que también para los varones aparezca jerarquizado el tiempo de viaje para ir y volver del trabajo. Esto está asociado a que ellos dedican más horas en general a estas actividades, pero también quiere decir que logran compatibilizar más tareas en simultáneo en estos mismos momentos.

Al mismo tiempo, se verifica lo opuesto para todas las actividades domésticas y de cuidado (las líneas coloreadas ‘descienden’ en ambos grupos). Estas actividades incluyen preparar y servir la comida, limpiar la vivienda, cuidar niñes (en los casos en que aplica), lavar y planchar, cuidar mascotas y plantas. En particular, tanto entre las personas que no cohabitan con demandantes de cuidado como aquellas que sí, se observa que las mujeres suelen preparar y servir la comida (top 4 o 5) o limpiar la vivienda (top 6 en ambos casos) mientras realizan otra actividad en paralelo. Como contraparte, para los varones de ambos grupos estas tareas descienden en el ranking de actividades que se realizan en simultáneo, sobre todo las vinculadas a la limpieza de la vivienda en el caso de los varones que conviven con personas que requieren de cuidados (top 11). Las tareas relacionadas con lavar, planchar o arreglar ropa/calzado sólo aparecen en los rankings de las mujeres. 

Se entiende entonces que las actividades que se realizan de modo simultáneo a las actividades personales difieren entre varones y mujeres para ambos tipos de hogares. A su vez, ambos tipos de hogares presentan sus especificidades, por lo cual en la siguiente sección tomaremos como dimensión de análisis la convivencia o no con personas que requieren de cuidados.

 

3. El tiempo ¿libre?

En el Gráfico 6, se ilustra (en amarillo) que al menos un 40% de las horas diarias se dedican a actividades personales, más allá de la distribución entre trabajo remunerado y no remunerado. Lo que sí ocurre es que contar con tiempo de uso personal depende principalmente de si se convive o no con personas que requieren cuidados de manera directa(7). Mujeres y varones cuentan con alrededor del 50% de sus horas diarias para actividades personales cuando no conviven con personas que requieren de cuidados, pero ese tiempo disminuye al 40% cuando sí lo hacen.

 

Gráfico 6

Al enfocarnos en la población que trabaja remuneradamente (Gráfico 7), esto es,  las personas mayores de 18 años que se encuentran ocupadas en el mercado laboral, nuevamente se evidencia la diferencia entre quienes habitan en hogares con y sin personas que requieren de cuidados de manera dependiente. A su vez, notamos que tener la responsabilidad de cuidar personas implica una mayor disminución en el tiempo destinado a actividades personales en el caso de las mujeres. Esa situación se explica por un incremento sustancial en la cantidad de horas destinadas al TDCNR. Tal como se observa en el gráfico, las mujeres que viven con personas que requieren cuidados en sus hogares distribuyen su tiempo en partes aproximadamente iguales entre las horas destinadas al trabajo remunerado, al TDCNR y a las actividades personales. 

Gráfico 7

Reflexiones finales: ¿y el ocio?

El análisis de la composición de las actividades personales con los datos de la ENUT nos deja con varios puntos para pensar. En primer lugar, la disponibilidad de tiempo libre se ve principalmente afectada por la presencia de personas que requieren de cuidado en el hogar. Un fenómeno similar se observa al analizar el tiempo dedicado a los vínculos interpersonales. Para las mujeres, cohabitar con personas que requieren de cuidado determina también un mayor incremento en las horas dedicadas al TDCNR. A su vez, en el caso de las mujeres, la calidad de este tiempo libre se ve degradada por tareas de cuidado que se realizan simultáneamente. El análisis de la simultaneidad permite dar cuenta que el tiempo que “queda libre” no es suficiente. Descanso no es un término apropiado si el tiempo también se ocupa por otras cuestiones. La dedicación a actividades que generan bienestar, el cuidado de la salud mental y el disfrute son imprescindibles para llevar una vida que merece la pena ser vivida.

Por otro lado, podemos observar un patrón en el uso del tiempo libre: determinadas actividades realizadas durante el tiempo personal se encuentran feminizadas y masculinizadas, lo cual, como ya mencionamos, incide en la carrera profesional a elegir y en la composición del mercado laboral. El cuidado de la salud o el estudio ocupan más tiempo de las mujeres, mientras que hacer deporte o usar la computadora son actividades realizadas con mayor frecuencia por los varones. Podríamos denominar a este fenómeno segregación horizontal del tiempo libre. Así, podemos concluir que el uso del tiempo personal juega un rol fundamental en el desarrollo de los atributos productivos y en la determinación de los gustos y las preferencias. El tiempo libre, entonces, se encuentra directamente relacionado con nuestro tiempo dedicado al mercado laboral, en tanto el primero está a disposición del segundo y determina, en parte, nuestras capacidades productivas(8). 

Considerando la feminización del TDCNR y su influencia en la construcción de una subjetividad femenina, hay que destacar que esto influencia la inserción laboral de mujeres y varones favoreciendo que estos últimos ocupen puestos de trabajo valorados de manera diferencial en el mercado a partir de la calidad del empleo y de una mayor remuneración. En este punto, vale la pena señalar que el TDCNR es necesario para el sostenimiento de todas las vidas, más allá de quién lo realice. Ahora bien, su injusta distribución, como podemos ver, impacta en el tiempo (y la calidad del tiempo) disponible de las mujeres y los varones para otras actividades. Gracias a los resultados de la ENUT, podemos notar que la masculinización de las horas de trabajo remunerado tiene como correlato una feminización del tiempo destinado al TDCNR. Lo que no se evidencia es que haya una distribución desigual del tiempo de ocio en general, sino más bien una diferencia en términos de su calidad. 

Ante esta situación, es necesario distribuir de una manera más equitativa los cuidados no sólo entre los varones y las mujeres de las familias sino también ampliar la oferta pública de cuidados, fomentar los espacios comunitarios y mejorar las condiciones de acceso a la esfera mercantil. En relación a las políticas públicas para garantizar espacios de cuidado, debe pensarse, en principio, para las infancias, adolescencias, personas mayores y personas con discapacidad, para empezar a enumerarlos. Una propuesta posible en esta línea es el Sistema Integral de Cuidados (SIC), que si bien aparece como un reclamo amplio es específico para mejorar la oferta pública de cuidados en nuestro país y sigue sin tratarse en el Congreso de la Nación, sin un horizonte cercano de tratamiento ni interés del gobierno oficial en esta agenda. Otra posibilidad es la reducción general en las jornadas laborales remuneradas, que también tiene un proyecto de ley que espera ser tratado por el Poder Legislativo, lo cual sentaría las bases para poder redistribuir mejor el TDCNR al interior de los hogares. Evidentemente, ambas propuestas no son excluyentes y podrían combinarse dado que atañen al mismo problema desde distintas aristas, donde el SIC busca mejorar la oferta total de cuidados de la sociedad mientras que la reducción de la jornada laboral permite disponer a los individuos de mayor tiempo para compatibilizar los espacios remunerados con lo no remunerados, aunque requerríría una perspectiva feminista para no continuar reproduciendo la mayor responsabilidad de las mujeres en la realización de los TDCNR. Sin embargo, vemos con preocupación que ante una injusticia que aparece en las estadísticas oficiales, como es la distribución asimétrica entre mujeres y varones del trabajo doméstico y de cuidados necesario para el sostenimiento social y económico, no haya esfuerzos en erradicar dicha injusticia sino más bien la negación de dicha realidad. Las economistas feministas seguiremos visibilizando esta situación injusta en pos de la construcción de una sociedad más igualitaria. 

Participantes del informe

Conceptualización: Natsumi S. Shokida, Celina Santellán, Carolina Pradier, Laia Domenech Burin

Metodología, análisis y visualización: Carolina Pradier y Celina Santellán

Redacción: Delfina Núñez, Lola Fainsod, Clara Hayes, Celina Santellán, Carolina Pradier, Natsumi S. Shokida

Revisión y edición: Natsumi S. Shokida, Agostina Mileo, Justina Lee, Candelaria Botto

Notas al pie:

(1) Pese a que la ENUT incorporó una pregunta que indaga sobre la identidad de género de quienes son encuestados, los datos no resultan significativos para explorar las particularidades de otros grupos poblacionales (el 99.6% de la población relevada por esta encuesta se considera como cis-varón o cis-mujer).

(2) A lo largo de la nota se referira a cis-varones y cis-mujeres como varones y mujeres.

(3) Actividades en las que no se verifica una diferencia significativa entre mujeres y varones.

(4) Para una lectura más detallada sobre los desafíos y problemas en la informática, recomendamos el libro Chicas en Tecnología (2021). 

(5) Ver, por ejemplo, este artículo sobre cómo las proporciones, es decir, los números relativos de personas social y culturalmente diferentes en un grupo, tienen un rol crítico sobre las dinámicas de interacción entre las personas.

(6) Usamos el término “niñes” para referirnos a miembros del hogar de 13 años o menos.

(7) De acuerdo a la definición de la ENUT: “Las personas demandantes de cuidado son aquellas que necesitan asistencia, acompañamiento, apoyo o cuidado de un tercero para realizar las actividades básicas de la vida diaria. Dentro de este grupo se incluyen tanto a las personas de hasta 13 años, como a aquellas personas de 14 años y más que requieren cuidado. La presencia de personas que demandan cuidado en el hogar incide no solo en la inserción en las diversas actividades de trabajo, sino también en el tiempo dedicado a cada una de ellas.” 

(8) Dentro del movimiento feminista hay muchos grupos que buscan incorporar y fomentar el desarrollo de mujeres en ciertas actividades típicamente masculinizadas: organizaciones de futbol feminista, comunidades de mujeres y LGBTIQA+ en programación, etc. A la vez, estas temáticas son abordadas en talleres e intervenciones en el espacio público, por ejemplo, en el Encuentro Plurinacional.

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