Por Agostina Mileo*
En los últimos días, se viralizó un video en el que una conductora de TV que se opone a la implementación de la Ley de Educación Sexual Integral (ESI) habla sobre sexo anal. El lineamiento expuesto es el siguiente:
-«¿Ven este vaso?», se pregunta con un vaso con agua en la mano.
-«Yo puedo tomar el agua y la apertura, la abertura del vaso, está arriba. Yo hago esto. Tomo el agua. Si estoy en una mesa sentada con un montón de personas sentadas en una cena y yo decido que como es mi vaso, me pertenece, quiero que este vaso esté dado vuelta. Doy vuelta el vaso, ¿qué va a pasar? Mojo todo, mojo a todo el mundo. Y cuando el vaso está de cola, o sea esta parte del vaso (la de abajo) la dejo para arriba. La parte de la cola del vaso dejo para arriba, agarro una botella y empiezo a servir el agua en el vaso que está dado vuelta. ¿Qué va a ocurrir? El agua va a salpicar a todos los comensales, incluido a mí. Y yo voy a responder: es mi vaso y yo con mi vaso hago lo que quiero. Es lo mismo, ¿no es cierto? Esto es lo que les están enseñando a los chicos. Que con tu cuerpo hacés lo que querés y que con tu recto podés tener relaciones sexuales. No señor, no se puede. Porque te lastimás, lastimás y te degenerás. Lo mismo que pasa con el vaso. Si lo sirvo de culete, me mojo con el agua, mojo a los comensales y estoy molestando y es una falta de respeto».
Más allá de lo desopilante que pueda resultar el video y de los muchos debates interesantes que pueden darse a partir de él, incluido el de si es conveniente compartir este tipo de contenidos porque al fin y al cabo es darles difusión, el ejemplo es especialmente útil para el análisis de un aspecto particular y poco mencionado: cuando se reclama la implementación de la ESI se suele enunciar la necesidad de una Educación Sexual Integral laica y científica.
A simple vista, los enunciados de la conductora parecieran estar alejados de cualquier tipo de apreciación que tenga que ver con la producción formal de conocimiento. Sin embargo, recordemos que entre quienes se oponen a la ESI, la ciencia aparece en dichos como “el sexo es una cuestión biológica. No a la ideología de género”. Cuando nos preguntamos de qué biología hablan, los dichos sobre vasos, agua y sexo anal nos dan algunas pistas acerca de cómo es la representación popular de algunos conceptos de las ciencias.
Cuando Charles Darwin escribió El Origen de las Especies, estableció un punto de partida; “hay variación”. En su época aún no existía el concepto de gen ni se habían elucidado los mecanismos de la herencia, pero la Teoría de la Evolución tuvo su comienzo cuando descubrió que entre individuos de la misma especie hay diferencias. Para Darwin, estas diferencias dan cuenta de un sistema en el que a lo largo del tiempo van surgiendo distintas características en diferentes individuos y que, cuando alguna de estas características facilita de alguna manera la supervivencia de los especímenes que la poseen, tiende a fijarse en la especie. Así, por ejemplo, la Teoría de la Selección natural propone esto para los rasgos que facilitan el apareamiento y la Teoría de la Funcionalidad Biológica para rasgos que cumplen un rol específico.
En la metáfora del vaso, se utiliza una interpretación muy común de la Teoría de la Evolución, que es pensar que las estructuras anatómicas sirven para algo. En el fondo, lo que dice la conductora es que, cuando doy vuelta el vaso, ya no lo estoy usando para tomar agua y por eso no funciona. Es bastante común escuchar dichos como “si el ano estuviera hecho para tener sexo no haríamos caca por ahí”. Lo que subyace es la idea de que la evolución es un sistema de descarte y asignación de funciones, en la que se conserva lo que sirve y se tira lo que no. Sin embargo, esto no tiene en cuenta dos aspectos centrales de Darwin. Por un lado, el azar. Los rasgos y estructuras muchas veces surgen producto de cambios aleatorios en el ADN. No es que los osos polares son blancos porque viven en la nieve, sino que, entre osos de varios colores, los blancos fueron los que más sobrevivieron hasta que en un momento empezaron a ser todos blancos. Por otro, no todas las características son seleccionadas mediante estos mecanismos. Por ejemplo, si una persona se parara por accidente encima de un hormiguero con hormigas rojas y negras y matara a la mayoría de las rojas, luego de un tiempo solo habría hormigas negras. En definitiva, ni hay una razón para todo ni la única explicación posible es la adaptación, pero lo absurdo pareciera ser tirarle agua encima al vaso dado vuelta en vez de golpearlo para hacer música.
Respecto al azar y los mecanismos aleatorios involucrados en el proceso de la evolución, en la metáfora del vaso la utilidad del elemento, su función, es algo premeditado. La equiparación entre el vaso y el cuerpo implica la afirmación de una intención creadora, la afirmación de la Teoría del Diseño Inteligente. Esto es, que así como el vaso fue diseñado para contener agua y poder tomarla, los humanos fuimos ingeniados como un todo, concebidos como un sistema que necesitaba una manera de expulsar desechos y al que se le agregó un ano a tal fin. ¿Qué es esto si no implicar a Dios?
La implementación de una ESI laica y científica no comprende solamente oponerse al absurdo, señalar errores, impartir saberes correctos. Tiene que ver también con reconocer que la opresión y la represión sistemática sobre las sexualidades tiene un costo en la construcción del sentido común y desafiar también los saberes instituidos.
*Comunicadora Científica, Doctoranda en Historia y Epistemología de la Ciencia. Editora de la sección de ciencia y coordinadora general de la campaña #MenstruAcción en Economía Femini(s)ta
**Imagen: tapa de «La ciencia del sexo» de Pere Estupinya