El 9 de abril es el Día del Pago Igualitario en Argentina. Desde Ecofeminita, trajimos esta fecha a nuestro país para evidenciar la desigualdad estructural que existe entre los salarios de los varones y las mujeres. El 9 de abril simboliza el día en que las mujeres equiparan el salario anual de los varones. Esto quiere decir que una mujer tiene que trabajar un año y más de tres meses para obtener lo mismo que un varón obtiene en un año por su trabajo.
Las mujeres percibimos sistemáticamente ingresos inferiores a los de los varones. Cada trimestre, actualizamos nuestro informe La desigualdad de género se puede medir, en donde mostramos los datos más importantes en torno al mercado laboral argentino y de qué manera varones y mujeres acceden de manera diferenciada al mismo. Los últimos datos disponibles evidencian que la brecha general alcanza el 26,4% y, además, notamos que este indicador no se modificó demasiado los últimos 8 años. Pero, ¿por qué?
El primero y principal de los factores es la diferencia de horas trabajadas. Existe una ilusión liberal de que todos y todas disponemos de las mismas condiciones y disponibilidades para trabajar, en donde elegimos libremente cómo disponer de nuestro tiempo Sin embargo, esta no es la realidad en nuestro país, ya que las mujeres dedican casi el doble de tiempo al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado. Como resultado de ello, ellas suelen disponer de menos horas para dedicarse a trabajos remunerados, lo que las lleva a percibir menores ingresos.
A pesar de la evidencia, Milei ha negado en repetidas oportunidades la existencia de la brecha salarial y, lo que es más, no reconoce a los trabajos domésticos y de cuidados como trabajo. La realidad es que esta discusión ya está saldada, en donde la mayoría de los Estados occidentales y organismos internacionales, como la Organización Internacional del Trabajo (OIT), reconocen este tipo de trabajo como tal.
El segundo factor que impacta en la brecha salarial es la segregación horizontal. Existen ciertas ramas de trabajo que son mejor remuneradas que otras. Como resultado de ello, hay brechas de ingresos que se explican también por la distribución de las personas en distintos sectores productivos. La segregación horizontal (también llamada división sexual del trabajo) refiere a la concentración de mujeres en trabajos vinculados a los cuidados y la reproducción social, como la enfermería, la docencia o la limpieza y la concentración de varones en sectores como la construcción y la industria, reproduciendo así los estereotipos de género que inician desde que nacemos.
En Argentina, las mujeres representan el 96,9% de las trabajadoras domésticas remuneradas del país. Además, están sobrerrepresentadas en el sector de la enseñanza (73%), servicios sociales y salud (69,4%) y los servicios comunitarios (54,4%). Es importante tener en cuenta que estos trabajos feminizados suelen ser, además, sectores de bajas remuneraciones y alta precarización laboral. El trabajo de casas particulares es uno de los sectores de ocupación que presenta mayores tasas de informalidad: el 74,2% de ellas no está registrada. Como resultado de ello, hay una mayor propensión al incremento de la brecha salarial. No es casual que las jóvenes se dediquen a estudiar ramas de estudios feminizadas, si son desalentadas de dedicarse a disciplinas que tengan que ver con “cosas de varones”.
Un tercer factor que impacta en la brecha salarial es la segregación vertical. Conceptos como el “techo de cristal” refieren a las dificultades que tienen las mujeres para acceder a cargos jerárquicos, lo cual tiene como consecuencia que luego no son incluidas en la toma de decisiones, desarrollo de carrera y escalas salariales. La ECETSS (2021) reportó que, en Argentina, las mujeres ocupan apenas el 37,2% de puestos directivos y 24,4% puestos de jefaturas en las ocupaciones. Además, reveló que el 58,4% de las trabajadoras mujeres tienen una jefa mujer, mientras que para los trabajadores hombres el número es de 14,6%. Esto coincide con la feminización de las ocupaciones laborales: en aquellas ocupaciones tradicionalmente femeninas, es más común ver jefaturas de mujeres, mientras que en las ocupaciones masculinizadas su existencia es nula.
Finalmente, una parte de la brecha se explica ni más ni menos que por discriminación. Aunque pueda sorprender a algunos, todavía persisten espacios donde se les paga más a los varones que a las mujeres, aún con tareas iguales.
Entonces, los roles de género influyen en determinantes de la brecha salarial como la desigual distribución de las tareas domésticas, la inserción laboral de varones y mujeres por rama y jerarquía, y la discriminación. Sin embargo, el principal factor que la explica es la diferencia de horas trabajadas por la distribución de los trabajos domésticos y de cuidados. De esta manera, para que la brecha se reduzca es necesario cuestionar mucho más allá del mercado laboral. Desde Ecofeminita, venimos sosteniendo que hace falta implementar acciones específicamente orientadas a redistribuir los trabajos de cuidado, como lo es un Sistema Integral de Cuidados, entre los diferentes actores de la sociedad (Estado, mercado, comunidades y familias) y dentro de las mismas familias (entre varones y mujeres) para romper los estereotipos de género que llevan a carreras y roles laborales predeterminados de acuerdo al sexo y reproducen la desigualdad de género y la desigualdad social.